Gracias, Valer
Habría que ser masoquista para agradecer un mal, pero que hay si ese mal sirve para abrir los ojos a los que no ven sin ser ciegos. Eso, creemos, ha ocurrido con la frustrada “conformación” del tercer Gabinete nombrado y jurado por Castillo y cuyo sonoro rechazo por la inmensa mayoría de las bancadas parlamentarias y de la opinión pública ha obligado al ocupante de Palacio a licenciarlo ipso facto sin intentar someterlo al procedimiento de investidura. Al pergeñar estos renglones ni siquiera se sabe cómo será su “recomposición” y lo que venga.
Más allá de los conflictos internos entre las izquierdas –caviar, castrista-socialista et alia- que podrían explicar este despelote institucional y desgobierno, hay que felicitar al impresentable de Héctor Valer por mostrar en toda su desnudez la incapacidad política y moral del régimen de turno. Este sujeto, escogido por Castillo para presidir el Consejo de Ministros, no sólo era el peor prospecto para encabezar el fugaz Gabinete debido a su pasado tránsfuga y a su carencia de idoneidad personal, profesional y ética, sino por defender a los cuatro vientos la convocatoria a una asamblea constituyente vía un referéndum inconstitucional que vulnera el Estado de Derecho Democrático vigente. La inmediata reacción ciudadana en su contra trasciende a este personajillo con ínfulas de hombre-bala que no es más que uno dentro del reparto de esta nefasta trama socialista y que nos lleva al verdadero protagonista de la terrible opereta o tragicomedia gubernamental en que se encuentra sumido el Perú en los últimos seis meses. Este se llama Castillo, responsable y víctima de su absoluta incompetencia para continuar gobernando el país. Quien selecciona a un descalificado como Valer para ser el titular del Consejo ministerial se descalifica a sí mismo para ser jefe de Estado y personificar a la Nación.
La causal constitucional de vacancia presidencial por permanente incapacidad moral significa, en pocas palabras, un juicio de valor ético-político para establecer si la conducta de quien conduce la República cumple o no con la condición de idoneidad y dignidad moral para ejercer el cargo y representar al Perú. Castillo, hace rato, es indigno de seguir ejerciendo la presidencia y es un peligro para la Democracia. Demandar su renuncia sería el menor de los males que también se agradecería. ¡AMÉN!
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