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García Márquez y la muerte del general

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Fecha Publicación: 29/06/2023 - 21:30
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Hace treinta y cuatro años, García Márquez nos dejó una novela histórica: El general en su laberinto (1989). Está dedicada a Álvaro Mutis, quien, según señala el autor colombiano, le regaló la idea de escribir la novela: “Durante muchos años le escuché a Álvaro Mutis su proyecto de escribir el viaje final de Simón Bolívar por el río Magdalena. Cuando publicó ‘El Último Rostro’, que era un fragmento anticipado del libro, me pareció un relato tan maduro, y su estilo y su tono tan depurados, que me preparé para leerlo completo en poco tiempo. Sin embargo, dos años más tarde tuve la impresión de que lo había echado al olvido, como nos ocurre a tantos escritores aun con nuestros sueños más armados, y solo entonces me atreví a pedirle que me permitiera escribirlo”.

El libro recrea los últimos días de uno de los líderes más recordados de los procesos de la independencia, Simón Bolívar. En la novela se relata el viaje que protagoniza Bolívar desde Bogotá hasta las costas colombianas para luego pretender enrumbar hacia Europa, donde podría exiliarse. Los últimos días del Libertador se convierten en un ejercicio propio de la memoria. Dentro de todo el relato, lo curioso es que el desarrollo de la novela descubre a otro Bolívar, no el héroe que hemos descubierto en los libros de historia, sino a un sujeto débil, enfermo, viejo, que apenas se apoya en sus recuerdos para no dejar de vivir esa imagen heroica que ahora parece tan lejana. Se descubre, entonces, un nuevo Bolívar, una mueva mirada de sus últimos años.

Los últimos días son fatales: “El general amaneció tan mal el 10 de diciembre, que llamaron de urgencia al obispo Estévez, por si quería confesarse. El obispo acudió de inmediato, y fue tanta la importancia que le dio a la entrevista que se vistió de pontifical. Pero fue a puerta cerrada, sin testigos, por disposición del general, y solo duró catorce minutos. Nunca se supo una palabra de lo que hablaron […].

El general quedó en tan mal estado, que no pudo levantarse solo de la hamaca, y el médico tuvo que alzarlo en brazos, como a un recién nacido, y lo sentó en la cama apoyado en las almohadas para que no lo ahogara la tos”. Así le llega la muerte, muy débil y enfermo, en medio de muchas necesidades, un 17 de diciembre a la una y siete minutos de la tarde.

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