Farabeuf o la crónica de un instante
La obra del escritor mexicano Salvador Elizondo, Farabeuf o la crónica de un instante (1965), permite darnos cuenta de que la narración trasciende los límites de la escritura. Se puede ver cómo las palabras se convierten en la vivencia que se describe y donde la lectura constituye la experiencia misma del argumento. Así, dentro del plano de la diégesis, Farabeuf se presenta un universo conflictivo, en donde dos historias o, mejor dicho, dos instantes, se relacionan simultáneamente a través del dolor producido tanto por la tortura como por el desconocimiento de la esencia del ser humano y los placeres oscuros. Tanto el desarrollo de la historia como sus personajes se encuentran intervinculados en el transcurrir del tiempo, en la muerte, en la voluptuosidad, y más que nada en el sufrimiento, en el dolor; es decir, la esencia mística de la tortura, la cual sería la propiedad central y constante dentro del texto.
Otro tópico que se percibe dentro o en la novela es lo referente al tiempo, pues este, ante la posibilidad de la muerte, crea otro tiempo, el cual sería “el del instante que se detiene”. Ello permite que aparezca una atmósfera abstracta y hasta ambigua. Los personajes también poseen esta característica, pues son construidos por medio de sus propias narraciones, lo que da a entender que es la narración la que trasciende a los sucesos. Sin embargo, existe una especie de desvirtuamiento, una especie de desdoblamiento del personaje, para encontrar algún sentido de su existencia.
En el mundo ficcional de Farabeuf lo fantástico trasciende los límites de la realidad; sin embargo, este factor no se encuentra explícito en la historia. Somos los lectores los que debemos de percibirlo, siguiendo el desarrollo de los sucesos que conformarían la diégesis. Asimismo, la verosimilitud se desprende netamente del lenguaje utilizado por el narrador, pues al no haber una sesión lineal de la secuencia en la obra, se tendría que atender a la estructura narrativa y, partiendo de esto, otorgar algún tipo de sentido a las imágenes propuestas en el texto.
Finalmente, con respecto a la voz o discurso de los personajes, al igual que la totalidad de la obra, se muestra, de alguna forma, indefinida. En algunos casos se presenta incluso un modelo no narrado, como con la presencia del monólogo interior; sin embargo, es tan solo una variable en este discurso, pues todos los personajes no lo utilizan. Así es Farabeuf, compleja y ambigua.
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