Ese amor que no existe
No existe el amor platónico. No. Solo es una construcción social moderna que se ha extendido y ha tenido la aceptación general de las personas. Y menos existe si se piensa que está asociado a Platón porque el filósofo griego amó desenfrenadamente y con una pasión que lo llevó a la idealización. No. Platón jamás habló de un amor así. Jamás pensó, incluso, que su nombre se alteraría de tal manera para entrar en una clasificación de formas de amar. Mucho menos, el filósofo jamás imaginaría que se tergiversaría de manera tan descarada su teoría de las ideas para dar luz a una forma de amor imposible e irrealizable. Es más, Platón jamás adoptó una postura romántica para tentar una definición de ello.
El concepto de amor de Platón parte de la idea de un amor centrado en la belleza del carácter y en la inteligencia de la persona. Y este amor solo está presente en el mundo de las ideas que señalaba el filósofo griego, ya que este es un espacio perfecto, puro e incorruptible, y, sobre todo, libre de pasiones, porque estas son efímeras, engañosas y materiales. Visto así, se trata de una definición que se aleja significativamente de la idea de amor que hemos creado y generalizado en la actualidad, donde el común de la gente atribuye el amor platónico a un sentimiento de amor irrealizable e idealizado. Sin embargo, esta asociación con la teoría de Platón cae en el absurdo, si analizamos sus ideas y releemos la concepción de amor del filósofo griego en libros como Eros o El banquete.
El amor –y con mayor razón, el amor platónico– va mucho más allá de una simple idealización enfermiza e irrealizable sin saber con certeza lo que eso significa en realidad. Y eso, precisamente, es lo más complicado. Entender todo ello e ir más allá de simples conjeturas que la mayoría afirma es una tarea difícil, pero necesaria. Una sociedad tan desvalida de amor como la nuestra lo necesita aun más.