Entre la secundaria y la universidad
Es notorio que en nuestro país son muy escasas las ocasiones en las que hemos podido encontrar consenso, apenas recuerdo dos: la necesidad de mantener a Ricardo Gareca como DT de la Selección y la importancia que tiene la educación de los jóvenes para el futuro y el desarrollo del país. Mientras que en el fútbol hay estabilidad y eficiencia en la gestión; en educación, el sindicato que se opuso a los ascensos de nivel docente por méritos, está siendo superado por otra organización aún más radical, vinculada a Sendero Luminoso, en absoluto interesada en propiciar una formación de calidad para que los alumnos de la escuela pública puedan realizar un proyecto de vida exitoso, pues si los jóvenes obtienen las competencias para ascender socialmente en función a su capacidad, no sentirían ninguna necesidad de destruir las bases de la sociedad.
Si la educación pública es el mejor instrumento para concretar el principio de igualdad de oportunidades y para lograr una sociedad más equitativa elevando los niveles de bienestar en todos los segmentos sociales, es un terrible error entregar ese instrumento a la izquierda más extrema. Una de las pocas voces disidentes es la de León Trahtemberg, quien recientemente ha publicado un interesante artículo, preocupado por la tendencia de sacrificar la formación integral por una secundaria exclusivamente dirigida a la admisión universitaria; él propone que se aproveche la modalidad virtual para otorgar el ingreso libre a las universidades y que sea el primer ciclo donde se haga un verdadero filtro.
Lo cierto es que las universidades particulares ofrecen varias modalidades de admisión, evaluando no sólo competencias cognitivas; el problema se tiene con las públicas de prestigio, que representan la única opción para el estudiante sin recursos. Para la mayoría de ellos la escuela ha sido un fraude y no se encuentran preparados para iniciar estudios universitarios. En lugar de estrellarlos ante la ineludible exigencia académica o peor aún, rebajar los estándares para la aprobación de las asignaturas, sería ideal imitar la exitosa experiencia del Bachillerato Internacional, generalizándola en un contexto de libre competencia, donde colegios de todas las modalidades, universidades, o institutos creados específicamente para tal efecto, puedan brindar en uno o dos años una formación intermedia que derive al joven hacia una prometedora carrera universitaria o técnica. Sin olvidar que el canon de los gobiernos regionales y el canje de impuestos de las empresas, podría financiar ese nivel intermedio para alumnos sin recursos económicos que hayan demostrado capacidad y aptitud, conformando la nueva élite que nuestro país necesita.
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