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Enrique Bustamante y el dolor de Antioquía
El 27 de diciembre partió a la eternidad el maestro Enrique Bustamante. Su legado artístico genera una vuelta a la vida, el retorno a los años de niñez, es volvernos a los años de inocencia sin cuestionamientos. Su arte es un reencuentro permanente con nuestros años donde cada experiencia está llena de vivencias, de fantasía e imaginación, pero sobre todo de colores llenos de vida. “La naturaleza es para mí como el alma, la conciencia de un pueblo, de una persona; el color forma parte importante de mi vida, el color está en mi taller, en mi ropa, está en la gente que trato, está en lo que pinto. Poco a poco voy creando colores y voy buscando colores para expresar la alegría del pueblo peruano”, afirmó en una entrevista reciente.
Su genialidad la puso al servicio de su manifiesta sensibilidad con la cual expresó respeto por la persona, por la vida, por el mundo, por la naturaleza y por la patria. Fuera de nuestras fronteras dejó muy en alto el nombre del Perú. Fue admirado por la forma con que expresó sus emociones, llena de colores vivos. No dudó en afirmar cómo concebía sus obras: “Permanentemente el Perú está presente en mi pintura, no solamente el Perú como geografía, sino el Perú como vestuario, como comida, como paisaje, el Perú en su totalidad, eso es lo que muestran mis pinturas”. De todo su inmenso legado, quizás el más cercano a nosotros se encuentra en el pueblo de Antioquía, esos hermosos lienzos desplegados en todo el pueblo que le dan un color especial y que permite a la primavera ser una estación permanente. Si bien es cierto que la idea de transformar a Antioquía en un pintoresco pueblo, en una obra de arte, fue concebida por una institución no gubernamental con la finalidad de promover el turismo desde el arte para el desarrollo y el mejoramiento de la calidad de vida del pueblo, la fase final correspondió a la propuesta artística de Enrique Bustamante.
En “Antioquía de colores” están plasmados sus sueños y su concepción de un mundo distinto, concebida como un mural lleno de vitalidad.
Hagamos que cada mural, sobre las fachadas de las casas, siga extendiendo la vida, pero sobre todo la obra del maestro Enrique Bustamante, y que las generaciones venideras sepan que un día, vino un hombre sencillo, dejando su taller de Breña, para quedarse para siempre en Antioquía, que desde el día de su partida lleva un listón de colores en señal de duelo.