Enemigos del comercio
Un grupo de capitalistas explora una mina, le va bien, contrata a diez mil empleados. Cerca se construyen casas y escuelas, algunos negocios nacen y prosperan. La empresa paga más que ninguna, los empleados dejan de ser pobres y dejan de ser pobres los empleados de las actividades conexas, de las proveedoras y de las que viene detrás. Todo está relacionado. La mina paga un canon, el dinero público crece, crece la obra social, hoy Pablito en Chumbivilcas va a poder estudiar.
Los minerales se exportan, es el 60% de lo que se recibe. Más empresas se crean y más empleados se toman y más consumidores llevan a que los fabricantes de la cultura abran sus puertas. Juan es dueño de un teatro, un intelectual anticapitalista muy ceñudo. “¿Qué tiene que ver la economía con lo mío?”, pregunta con aire retador. La mina reabrió y él está demudado, triste. Su negocio de libros estaba a punto de cerrar, pero todo está interrelacionado. Como en la historia de un lápiz de Milton Friedman, lo persuades sobre lo que es crear tan minúsculo objeto y a cuántas personas y negocios involucra, los que extraen el cobre y la madera, los que los transportan, el esmalte, el amonio, los fabricantes de cuerdas para llevar los insumos, los aserraderos y, en general, todo lo que interviene y la gente que es empleada solo porque un mísero lápiz existe.
Juan se cierra, destruiría lo que ha montado ¿Qué has montado Juan? Su pensamiento pretende validarse por lo que niega. La economía crece, pero Juan se sabe un hombre de cultura. Crece el empleo, la clase media ensancha y ya no se trata de vivir buscando un empleo o gastar lo poco que se tiene en lo básico. Hay, ahora, un margen para comprar un libro original, lo hay también para ir al teatro de Juan. Ya no son diez, son cien los asistentes. Mejora las butacas y contrata actores. Juan mira su lápiz con amor, con esa ambigüedad de quien vive de algo que odia y ama a la vez. Butacas llenas. El del puesto librero a la salida incrementa su ingreso. Compra un par de zapatos en una tienda que ha contratado a un empleado más, que le compra a Juan dos libros sobre el arte de vender.
Juan boquea su odio; “capitalismo salvaje”, masculla mientras se prepara para abrir nuevamente su telón.
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