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El transfuguismo como traición

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Fecha Publicación: 06/10/2025 - 22:10
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El marketing político tiene por objetivo aderezar candidaturas para hacerlas más atractivas a los electores despistados, atrayendo más emociones que convicciones. La política, en cambio, es la forma en que nuestras tendencias e intereses compiten con aquellos que le son opuestos, confrontando en escenarios donde se deciden las leyes y las resoluciones administrativas. Aunque muchos no lo relacionen, las decisiones del Ejecutivo, del Legislativo, y de los jueces y fiscales, tienen su origen en ese domingo en el que votamos por una persona cuya promesa nos gustó, o cuando preferimos votar por quien las encuestas decían que podía ganar, “no vaya a ser que perdamos nuestro voto”. En cambio, votar por quienes realmente representan nuestra forma de ver la vida, por quienes tienen una trayectoria defendiendo las ideas y los valores que verdaderamente nos son importantes, tiene una consecuencia positiva: elegimos representantes.
Quienes son elegidos, reciben de cada elector una partícula del poder cuyo dueño es el electorado, para trabajar en beneficio de la tendencia de sus representados. Por ello, cuando un parlamentario es tentado a cambiar de bancada, ya sea a cambio de una dádiva, de una vicepresidencia de mesa directiva, o del archivo de un proceso por falta ética, traiciona a sus electores, desnaturaliza el mandato popular recibido y deslegitima la democracia. Por ello es loable, por cierto, el proyecto ya aprobado en la Comisión de Constitución, limitando la formación de nuevos grupos parlamentarios, distintos a los votados por los electores, y estableciendo que el parlamentario solo puede cambiar de grupo una vez durante el quinquenio; resulta razonable que, habiendo sido elegido en una de las muchas agrupaciones electorales oportunistas, sin ideología ni programa, sean estas y no el elegido quien cambie de postura política, debiendo el parlamentario efectuar, por una sola vez, un obligado reacomodo según su tendencia política.
Quienes quieran graduarse de tránsfugas, acomodándose en una y otra bancada, deben asumir un costo político, integrar forzosamente el grupo mixto sin opción a presentar proyectos de ley, disponer de tiempo para oradores, ni participar en la distribución de comisiones ni elección de mesa directiva por el lapso de un año. A ello debemos sumar la aprobación de reglamentos de organización y disciplina, que obliguen al trabajo parlamentario en equipo y no como ahora, de forma individualista y descoordinada. Solo así, con esta y otras medidas, podremos comenzar a revertir la justificada desconfianza de los ciudadanos hacia la política nacional, construyendo las bases de una democracia constitucional dirigida a la efectiva representación de las distintas corrientes ideológicas y necesidades políticas de los peruanos.

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