El sueño de Belaunde
Hace algunos años este columnista ganó un premio nacional de ensayo donde Fernando Belaunde Terry fue el eje para construir una visión de país más allá de las coyunturas. Belaunde, más que Riva Agüero, caminó pueblo por pueblo y consolidó un concepto claro del Perú, país perplejo en el que la política pequeña de los adversarios arruina el sueño de cualquier visionario.
El Perú debió diseñar una organización regional óptima; por desgracia, eligió lo peor, se partió en centralismos regionales infecundos gobernados por muchos reyezuelos tan cuestionables como ineptos. Gobernadores o alcaldes, distantes del latido de la tierra y tan avenidos al poder y al arca abierta, sí, porque para eso sirvió también la regionalización. Es probable que muchos en Acción Popular, ni siquiera hayan entendido el pensamiento de su fundador y se rindan más a la sed burocrática sin ideales.
Belaunde, como su tío Víctor Andrés, había capturado el sentimiento de peruanidad, por lo que nada más lejos de él que la disolvencia izquierdista. Dije en el ensayo: “Belaunde, despojado de su aspiración inmediata, había llegado a Chincheros en busca de ideas, allí plasmó el ideario que, como faro luminiscente, le señaló la ruta. Vio que, en aquel pueblo olvidado entre las nubes y los riscos, todo se hizo por esfuerzo local. En julio de 1956, lo proclamó en la plaza: ‘Mucho de lo grande que tenemos se lo debemos a la acción popular. Por acción popular llegaron a Sacsahuamán los inmensos monolitos de su triple muralla. Por acción popular surgió una ciudad misteriosa y poética en la cumbre de la montaña y se elevaron catedrales sobre los cimientos de los templos paganos. Y es la acción popular, perdida en lo remoto del pasado y en la lejanía del porvenir, la que lleva a las comunidades indígenas a unirse en el esfuerzo del sembrío y el festejo de la cosecha’”.
El hombre andino se hermana, vil quien lo contamina de odios. No es de agendas de poder, no busca un cambio constitucional, busca una agenda social, no una hoz, sino un tractor. No lo perviertan con objetivos políticos que desconoce, ayúdenlo a fertilizar. Belaunde no aguardaba a los pueblos, él iba para escuchar sus latidos: “voy en busca de los pueblos a escuchar sus reclamos y recoger su esperanza… No aguardo en la quietud de mi casa que ellos toquen a mi puerta. Soy yo quien los visita (…)”.