El reino ilusorio
No es broma lo que se lee en la revista Semana (Colombia), la inteligencia artificial (IA) va camino a leer los pensamientos a través de escaneos cerebrales. Lo que parece broma concordante es la de Elon Musk con la representación casi al natural de una pareja artificial dotada de emociones. El futuro tragicómico de una humanidad que no se sacia de realidad.
De pronto, cualquiera será prescindible si el perfeccionamiento del sistema llega a superar al más riguroso juez, al hábil abogado, al avispado médico, al empático psicoanalista y, para ir más lejos, al más elaborado actor. Podría ser que Tom Hanks actuara, y él lo dice, y hasta ganara premios por actuaciones después de su muerte.
La realidad tocará fondo porque hasta para una imputación falsa de delito bastará una foto o un video hiperrealista y las voces podrán crearse desde el timbre de cualquier sujeto para atribuirle lo que no dijo. Una cultura de la ilusión que se rebasa a sí misma y se pierde en un mundo falso donde se extrañará a los prehistóricos sabuesos de la investigación.
Entonces recordaremos como Calderón de la Barca en La vida es sueño, la duda hiperbólica cartesiana sobre qué es verdad y qué es una ilusión y cuán presos y esclavos seremos de quienes fabriquen las verdades aunque ahora finjan oponerse a la rentable pesadilla y así será la vida del holograma que sale de los ojos, como un infierno revestido de sueños: “Sueña el rey que es rey, / y vive con este engaño mandando, (…);/ y este aplauso, que recibe prestado,/ en el viento escribe/ (…) Sueña el rico en su riqueza,/ que más cuidados le ofrece;/(…) sueña el que a medrar empieza,/ sueña el que afana y pretende, /(…) y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende”.
Quizás se perfeccionen las novelas con sus complejos personajes logrados desde la psicología profunda y las historias desde las infinitas posibilidades que aún el lector podría completar o demandar por delivery, o avanzar hacia la estética poética y el estilo irrefutable que supere a la creadora sensibilidad humana.
¿A qué jugamos con la IA si en el fondo el objetivo no es el bienestar, sino el control y el engaño? Bien decía Valéry sobre aquello que es ajeno e inasible para todas las profecías: “el futuro no es lo que era”.
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