El regreso del PPC
El Partido Popular Cristiano ha logrado su registro oficial en el ROP y podrá participar activamente en las próximas elecciones generales y también en las regionales y municipales. Lo primero que nos viene a la mente es el recuerdo de las grandes jornadas en las que Luis Bedoya Reyes destacaba por su oratoria y su sólida formación, en medio de una clase política integrada por prestigiosos políticos profesionales de exquisita preparación y larga trayectoria. Ideológicamente, el PPC tuvo una participación destacada en la elaboración de las Constituciones de 1979 y 1993, por la lucidez doctrinaria de sus representantes. Electoralmente, tanto en 2001 como en 2006, su candidata y actual presidenta emérita Lourdes Flores estuvo a punto de pasar a la segunda vuelta, con enormes posibilidades de haberla ganado para llevar a su partido a Palacio de Gobierno. El notorio crecimiento electoral no pudo ser administrado con el estatuto y prácticas del antiguo partido pequeño, donde la lista ganadora se quedaba con todos los cargos del CEN, lo que impidió procesar adecuadamente los naturales conflictos, conduciendo al PPC al debilitamiento y luego a la pérdida de su registro.
¿Qué puede ofrecer un partido político de 58 años de edad al Perú actual? En primer lugar, principios doctrinarios que inspiren la acción política, en una época de aguda crisis donde “hacer política” significa engañar al electorado y decidir según la conveniencia egoísta y el humor del momento. La doctrina socialcristiana ha construido el actual régimen político y económico de Alemania, bajo dos estructuras ideológicas clave: Estado de Derecho, y Economía Social de Mercado. Precisamente, nuestras últimas Constituciones han tratado de desarrollar dicho modelo, pero hace falta que el Poder Ejecutivo sea su principal impulsor. El poder ha de ser limitado por normas jurídicas racionales y lógicas para garantizar las libertades y los derechos de los ciudadanos; y la economía ha de ser una actividad libre y competitiva destinada a satisfacer las necesidades de las personas.
Partiendo de esas convicciones podemos elaborar un programa gubernamental y legislativo que privilegie la recuperación de los proyectos mineros, agroindustriales y tecnológicos que fueron bloqueados por la insana actividad extremista y la multiplicación irracional de autorizaciones y permisos. Para disminuir el desempleo y elevar la calidad de la salud y de la educación pública, es imprescindible acrecentar los ingresos del estado, impulsando el crecimiento de la inversión privada para recaudar mejores tributos. Ese objetivo solo lo puede cumplir un gobierno con ideas claras y definidas, que inspire confianza y acuerde una mayoría parlamentaria en función a convicciones programáticas y no a intereses subalternos.
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