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El paciente: himno del dolor

Fecha Publicación: 26/04/2024 - 20:50
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En casa teníamos un vinilo de 45 RPM que mamá cuidaba mucho y siempre lo escuchábamos. Era conmovedor y triste ver a mamá con lágrimas en los ojos mientras el canto se hacía eterno. “El paciente”, composición del maestro Gil Canales Palomino, es un huainito que de niño escuchaba en la voz del gran Adón Heredia. Al cantarlo también sufría y era muy triste ese panorama desolador del canto masivo en el pueblo. El mensaje es enorme y el sentimiento, profundo. La tonada triste de guitarras y acordeones extienden el quejido interminable de quien sufre en la cama de un hospital: “No sufran, hermanos míos, / mi vida ya está sentenciada /qué delito he cometido para llorar, ay, de esta manera / qué delito he cometido para sufrir, ay, de esta manera”
Años después escuché al propio Gil Canales cantarlo acompañado por el dolido trinar del arpa y la aguda tonada del violín. La confesión es desgarradora, el dolor lo es todo, y es motivo para luchar contra la muerte: “La vida de un paciente nunca podré olvidar, señores, / unos y otros estamos tocando el timbre a cada momento / como auxilio pidiendo, ay, enfermera, hay mucho dolor”.
A casi todos nos ha tocado clamar por ayuda en la cama de un hospital, esa ayuda que tarda en llegar o a veces nunca llega. Imagino cuántos hemos cantado “El paciente” a viva voz, a voz baja, o en silencio, aferrándonos a la vida, y cuántos de nuestros familiares hacen suyo este himno del dolor y cuántos han partido después de haberlo entonado. La vida es ese suspiro que en el momento menos pensado decide abandonarnos y nos deja partir a mejor destino para no seguir sufriendo: “Todos los días estamos solo esperando visita alguna / siempre con el pensamiento de no perder aquella esperanza / porque en casa nos están esperando”.
Muchos seguiremos clamando ayuda o esperando visita alguna, en estos abandonados hospitales que se caen a pedazos, sin equipos, sin medicinas, sin esperanza. Para agravarlo todo es inexplicable que muchos pueblos no cuenten con hospitales como si se tratara de castigar la condición de vivir lejos de la ciudad. Mientras tanto, los responsables de la salud del pueblo hacen gala de su absoluta indolencia, en sus corazones solo palpita el vil y sucio dinero del tamaño de su desprecio a la vida. Para calmar nuestro dolor y nuestra frustración seguiremos cantando: “Markachapapim tumarqani Qullana Cantu plazachapim / Kunan ccina waqanaypaq kunan ccina llakinaypaq”. Pero, ténganlo por seguro, no renunciaremos a seguir batallando para cambiar este estado de cosas. Nosotros valoramos la salud y la vida.

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