El mantra de la asamblea constituyente
Pablo Iglesias, el líder del comunismo español, tuiteó el sábado “Movilizaciones y bloqueos de carreteras en todo el Perú. Defender la democracia es siempre escuchar al pueblo: jamás reprimirlo. Cuando el sistema político no da más de sí, toca dar la palabra a la gente. Eso se llama proceso constituyente”. La relación entre marxistas españoles y la extrema izquierda hispanoamericana es intensa, Zapatero presta servicios a la dictadura venezolana desde los tiempos de Chávez, Monedero ha sido asesor en Venezuela y Bolivia. La razón es el inagotable dinero de los países empobrecidos, que nutre las cuentas de los nuevos millonarios del PSOE y Podemos. Pero lo importante del tuit es que es una hoja de ruta, el objetivo es aprobar una constitución socialista que arrebate el poder distribuido ahora entre varios órganos estatales, grupos sociales e individuos, para entregárselo a una sola persona.
No importa que las marchas y los bloqueos sean protagonizados por puñados de violentos activistas, para que el relato político sea eficaz son “el pueblo”; toda legítima defensa del Estado en beneficio del libre tránsito y la tranquilidad será condenado como “represión al pueblo” y magnificado por los medios de comunicación afines. Mientras más violencia, más culpa del sistema democrático; por tanto, no caben prejuicios pequeño-burgueses que limiten la acción revolucionaria, si hay que quemar fábricas, casas o templos, se hace; si hay que sacrificar camaradas, su sangre fertilizará los campos para lograr el gran objetivo. En el caos, en la crisis económica, los ciudadanos pueden acobardarse y dudar, aceptando el referéndum que apruebe la habilitación constitucional para convocar la constituyente amañada.
Por supuesto, toda consulta popular puede ser fácilmente manipulada desde el gobierno. Luis Bonaparte, presidente de Francia, se convirtió en Cónsul, luego en Cónsul Vitalicio, y finalmente en el Emperador Napoleón III por continuos referéndums, y pronto acabó llevando a su país al desastre de la guerra franco-prusiana, pues se requiere de mucho populismo para triunfar en las consultas, de allí que los mecanismos de “democracia directa” siempre nos den ingratas sorpresas.
Ya no cabe duda, pues el mantra es repetido por Castillo, Bermejo, Cerrón y todos los comprometidos con la ideología totalitaria, que el objetivo es convocar a asamblea constituyente, con malicioso cálculo, a los delegados de aquellos grupos que controla o influye el socialismo bolivariano. Ellos redactarían una constitución socialista, como en Chile, que elimine la separación de poderes, relativice la propiedad privada, y siente las bases para que los camaradas tengan no solo el gobierno, sino todo el poder para imponer su modelo a la sociedad, sorprendida e indefensa.
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