El mal adjetivo
Cultura política la tienen todos, discernimiento no. No hay discernimiento sin concepto general de las cosas. Leo a un artista tuitero llamar “troll facho” a un contrario solo porque piensa diferente. Para él decir “facho” es lo mismo que “fascista” en modo “cuasifascista” o sea nada. Si te dices de derecha liberal te conviertes en “facho”. El adjetivador no distingue las bases del liberalismo individualista del corporativismo totalitario de Mussolini.
Para algunos desavisados, si no eres de izquierda eres fujimorista como consecuencia natural. Si te opones al gobierno o dices que hubo fraude te tiñen de naranja. La lógica no es un atributo en el proceso mental ‘hater’.
Se teme decir que se es de “derecha” porque para la izquierda es reacción, caverna y retorno. Hay quien no sabe de una sola derecha; por tanto, te pasa a la “ultraderecha”, una manera de reducirte a ser el extremo del dial. El adjetivo es un arma arrojadiza cuando no se tiene nada que decir.
Alguno bautizó a la pléyade de conservadores y liberales con tres letras arbitrarias: DBA, “derecha bruta y achorada”; un adjetivo que solo sirve para destruir el debate porque si recreo el número de profesionales e intelectuales derechistas que de brutos no tienen nada y de achorados menos, suman decenas los que podrían formar una lista de lujo al Congreso y rutilarían en el Gabinete. El error de la derecha liberal fue mostrarse demasiado economicista y no recurrir a la politología y las “ciencias sociales” (donde el progresismo tiene a sus engreídos) para procesar sus argumentos.
Quizás ser frontal es ser bruto y ser corajudo es andarse con chairas. Adjetivadores he conocido en el espectro rojo que, con lapicitos y manzanitas, no entendían ni de mercados ni de finanzas públicas ni de economía básica, tampoco de filosofía y de nociones constitucionales elementales.
Se descalifica por pensar diferente, se descalifica precisamente a aquellos que tienen por base ideológica el libre pensamiento y una larga tradición intelectual multidisciplinaria. Probablemente un liberal defina bien al constitucionalismo desde sus raíces. Algunos radicales de izquierda ignorarán la sustancia desde la Carta Magna o el Bill of Rights. “La Constitución para controlar al pueblo y no al poder”. Se descalifica a los oponentes por “achorados”, pero los achorados no marchan en modo corso… van de quemas… como en la marcha de 2020.
Hay adjetivos que erizan, pero de los que habría que enorgullecerse... como de quien vienen.
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