El día nacional
El día nacional de cada país suele tener una relación directa con la cultura predominante, pero no siempre se ha elegido una fecha correcta. Inglaterra celebra el 23 de abril, el Día de San Jorge, por el soldado romano que perdió la vida al negarse a renunciar a la fe cristiana, patrón de la Orden de la Jarretera; además, la cruz de San Jorge es la bandera inglesa. A falta de gesta emancipadora, podría también ser su día nacional el 14 de octubre, conmemorando la batalla de Hastings, donde la victoria de los normandos permitió su integración con la sociedad normanda; o, de lo contrario, el 31 de octubre, el final de la batalla de Inglaterra, donde la heroica RAF impidió la invasión alemana.
Y a propósito de Alemania, su día es el 3 de octubre, por la declaración formal de la reunificación, aunque bien podría ser el 9 de noviembre, fecha de la caída del muro de Berlín.
En el caso de Italia, no predomina la declaración formal, sino el referéndum del 2 de junio, ganado por la propuesta de integrar los distintos reinos, principados y repúblicas en un solo país.
En el caso de España, la Fiesta Nacional es el 12 de octubre, por el desembarco de Cristóbal Colón en América, evento que da inicio al Imperio que supo reunir a los virreinatos de Nueva España (México) y de Perú, y colonias en Filipinas, Norteamérica, Marruecos, el Sáhara e islas Marianas (Guam) en los siglos XVI y XVII; pero también pudo ser el 19 de julio, celebrando la victoria en la batalla de Bailén ante el invasor napoleónico.
Mientras en los casos anteriores se trata de eventos que convocan la unidad nacional en torno a valores comunes, la toma de la Bastilla como celebración nacional es parte de una falsa narrativa. En aquella prisión no había ya presos políticos y fue defendida por guardias suizos, los mismos que custodian al Papa, quienes fueron engañados por los agitadores, pues fueron masacrados luego de rendir la plaza.
Mientras la Asamblea Nacional estaba redactando una constitución democrática, la toma de la Bastilla fue instrumento del extremismo que logró encumbrarse en el poder y ejercerlo con la mayor crueldad y arbitrariedad imaginables, llegando al genocidio de burgueses y campesinos en la provincia de la Vendée. El día nacional bien podría ser el 18 de junio, por el llamado a la resistencia efectuado por Charles de Gaulle, o el 2 de diciembre, por la batalla de Austerlitz, la batalla de los tres emperadores, que marcó el cénit de la grandeza de Francia.
Si bien es cierto que nuestra emancipación nos fue impuesta por Inglaterra, el acta que redactó Manuel Pérez de Tudela y firmaron los vecinos notables reunidos en Cabildo, el 15 de julio, constituye mejor expresión de voluntad que el acto teatral de San Martín días después. El primero en votar por la independencia fue Isidro de Cortázar, conde de San Isidro, y siguieron ilustres representantes del clero, de la nobleza, e ilustres como Hipólito Unanue y José de la Riva Agüero. Ellos sabían, como los firmantes del acta de independencia de los Estados Unidos 45 años antes, que serían ajusticiados si su causa no triunfaba.
Si fuésemos rigurosos, celebraríamos esa fecha como nuestro Día Nacional.
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