El cerco se acorta
Perú Libre, el partido de Vladimir Cerrón que llevó al profesor Pedro Castillo al gobierno, es una verdadera caja de Pandora. Las sorpresas son pan de cada día. Su otrora inicial bancada, que constituía la primera minoría en el Parlamento, exhibe ahora una modesta composición de tan sólo 16 miembros. Ni la férrea disciplina que trató de imponer Cerrón con sus militantes pudo con la decisión de los seguidores del presidente Castillo de abandonar el barco para conformar una nueva bancada denominada Bloque Magisterial y otros que fueron a dar a nuevas bancadas, aun cuando, en los hechos y frente a muchos casos de fiscalización de parte de la oposición, todos ellos no dudaron en mostrarse unidos en sus votos.
Lo más reciente que acaba de ocurrir esta semana es la decisión del Consejo Ejecutivo Nacional de Perú Libre y su Comisión Política de invitar al presidente Castillo a renunciar a la militancia en Perú Libre. Dice el comunicado, difundido y hecho público por Cerrón, que la decisión fue tomada después de haber “evaluado estatutariamente” el comportamiento del presidente, sobre todo en los casos que tienen que ver con las invitaciones a la disidencia de la bancada, dentro del congreso, y la promoción de la inscripción de dos partidos políticos dentro del “seno partidario”. Los cerronistas consideraron, asimismo, que las políticas de gobierno, implementadas por Castillo, no guardaban lealtad a lo prometido durante la campaña electoral a nombre de Perú Libre, ni menos respondían al ideario del partido. Y algo, además, curioso: lo separaban por estar envuelto en casos de corrupción.
Él ha tomado el anuncio de los líderes de PL con sorprendente parsimonia, aprovechando, incluso, para permitirse unos minutos de contacto con la prensa y convocar a los partidos políticos a pensar por el Perú. “Agradezco bastante a Perú Libre por habernos acogido en esta contienda que nos ha llevado al triunfo en el marco de esta campaña que se ha hecho democráticamente. En las próximas horas voy a dar respuesta (al pedido), entendiendo que por encima de todo está el Perú”, señaló, brevemente.
Claro que con el jefe de Estado no se sabe si lo que anuncia corresponde, en estricto, a lo expresado o serán tiempos, según como él los entiende, sin límite, ni prisa por honrar la palabra empeñada. Sin embargo, esta vez, cumplió con lo ofrecido, que en unas horas se pronunciaría. Lo hizo, informando que renunciaba a Perú Libre, en comunicación al Jurado Nacional de Elecciones, el mismo que fue hecho público por el mandatario en su cuenta de Twitter, señalando que tal decisión obedecía a su “responsabilidad como presidente de 33 millones de peruanos”. Los antecedentes, en el comportamiento político entre ambos líderes, sin embargo, hacen suponer diversas sospechas de que pueda tratarse de estrategias, previamente conversadas para mantener la unidad en la acción, pese a la renuncia solicitada y admitida. Los hechos concretos que se produzcan después, en circunstancias políticas especiales, podrán confirmar la validez de la sospecha o descartarla. Habrá que ver.
El mandatario se debate entre la sobrevivencia política y la acusación constitucional que fue aprobado, mientras redactábamos este artículo, por la Comisión de Fiscalización que lo investigó por supuestos actos de corrupción. Dicha comisión encontró que el presidente es cabeza de una organización criminal, tal como también es la sospecha del fiscal que lo viene investigando. Fuertes nubarrones empiezan a circular sobre la figura del jefe de Estado y de algunos de sus más cercanos colaboradores, entre ellos sus sobrinos. Es algo inédito, entre nosotros, que un presidente se vea envuelto en escándalos de corrupción en apenas diez meses de iniciada su gestión.
Entretanto, el país y los peruanos nos encontramos a la deriva, con precios de productos básicos que se disparan hacia arriba y la incertidumbre de no saber en qué terminará este desacierto político de quienes hicieron una mala elección popular.
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