El Acuerdo Nacional
Toda sociedad está compuesta por grupos sociales de intereses contradictorios, por ejemplo, entre los trabajadores agrarios estacionales y los empresarios exportadores de uva. Como ello normalmente generaría enfrentamiento, unos proponen una estructura de poder que imponga orden y decida arbitraria y permanentemente quiénes prevalecen (el autoritarismo), otros que se transforme esa lucha en un juego político de entendimiento y convivencia (la democracia), para que cada periodo electoral signifique políticas temporales y negociables y, con ello, disminuir el drama de la confrontación. Por eso, la democracia es un medio y no un fin en sí misma.
Pero como la democracia no es un juego donde se deba ganar o perder todo, la búsqueda de la convivencia implica que los grupos sociales puedan, además de defender sus intereses con partidos políticos permanentes, afines y leales, dialogar directamente con quienes mantienen objetivos contradictorios; pues el ideal político es que las leyes aprobadas sean fruto de la concertación entre los afectados por sus normas. Así, cada grupo social puede obtener los aspectos esenciales sacrificando otros menos importantes, pero que son fundamentales para el grupo social opositor; con ello, empresarios, sindicatos y asociaciones de consumidores pueden propiciar juntos, una legislación que termine beneficiando a los tres y, en consecuencia, al bien común.
El Acuerdo Nacional aspira a convertirse en ese espacio de respetuosa discusión, tradicionalmente compuesto por intervenciones muy breves y puntuales, las que no son públicas ni grabadas, siempre tratando de encontrar los puntos de posible acuerdo, pues basta que alguien se oponga para que bloquee el curso del debate y lo posponga. Así, los moderados prevalecen mientras que los demagogos y radicales se frustran. Como felizmente no tiene efectos vinculantes; políticos, empresarios, funcionarios estatales o regionales, sindicalistas y onegeístas, terminan descubriendo que pueden construir propuestas combinando distintas perspectivas ideológicas y programáticas, satisfaciendo la parte principal de sus propios intereses y, al mismo tiempo, garantizar el futuro de la actividad económica o social de la que dependen, poniéndola al servicio del interés general de la sociedad. Con el liderazgo de Max Hernández, el Acuerdo Nacional debatió duramente en seis mesas de trabajo antes de las elecciones generales, los “Consensos por el Perú”, documento que acaba de ser entregado al Presidente de la República y a la presidenta del Congreso, a fin de que puedan darles el impulso político necesario y avanzar de forma concertada y democrática en el próximo quinquenio; suprimiendo, por ejemplo, la cuestión de confianza y la vacancia presidencial para evitar el desequilibrio entre los receptores de sendos mandatos populares.
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