Distopía futurista
El miedo es el peor enemigo de la libertad. Orwell escribió “1984”, respiro entrecortado, el Ministerio de la Verdad, el aire se espesa en mi boca. “Todo está escrutado y todo debe saberse”. Asfíxiate ahora, la Policía de la Moral te siembra. Sabe cuando hablas, copulas o te miras al espejo. No boquees, no quieras, no masques, no traspases la línea que no ves. “Todo lo que digas juega en tu contra”, “Bromeas, es verdad”, “Si hablan mal de ti, no mienten”, “Se presume tu culpa, prueba lo contrario”, “El humor insulta, tómalo en serio”, “Mientras más delitos, mejor”, “Si el pueblo dice, es”. “Las redes sociales son correctas, reductos, habitantes de la reserva moral, no tomes la contraria“. Un ojo te mira detrás del espejo, debajo de la sopa, fíngete tranquilo. No hables por teléfono, investiga primero con quién hablas, debes saber más antes que lo sepan los demás ¡Quién sabe! El miedo, La Superintendencia de la Rectitud, el Ministerio de la Verdad, el gran ojo.
La semana pasada inauguraron la sede del Ministerio de la Moral, la moral y la verdad se tocan, hay un coordinador, han prohibido la ambigüedad, se es o no se es. Quédate con la mayoría, sálvate. No elijas, no creas, no reces sin autorización. El diario “Distopía” se vende en las esquinas, dice que he matado a un hombre anteayer, lo deslizan debajo y tiemblo, sudo helado. Hace dos semanas que no salgo de casa. Me traen el pan, la leche. Las multas han crecido, cruzar en medio de la calle, sentarse a mirar a una mujer que me mira, vagar por una esquina oscura sin identidad. No. Mi casa es más segura y no salgo de aquí. Apertrechado en mi sillón miro el techo, firmes los ojos como los de un pescado.
No me muevo, he descolgado el teléfono, tiré la batería de mi móvil. Mi silencio es denso. Solo leo novelas, abandoné Facebook, no me escribo con nadie, pero tocan y son golpes secos. Vienen por mí. La Policía de la Verdad, un delegado del Ministerio de la Moral, trato de recordar si herí a alguien o si hablé de más, las boberías irreales que me doy por pronunciar… Dejo la página abierta, subrayada, de la novela que comenzaba a leer (“El proceso”, de Kafka): “Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues fue detenido esta mañana sin haber hecho nada malo”…