¡Despierta peruano! Te están robando
Nuestro instinto de supervivencia está adormecido. Todos los días hay una nueva denuncia sobre la inmundicia de este gobierno, pero no reaccionamos con la fuerza e ímpetu que se requiere. Sufrimos de narcolepsia y pareciera que no tiene cura. La casa se incendia, pero los bomberos (Congreso) negocian con el pirómano y le dan la espalda a las víctimas. Están confirmando la aseveración de Joseph Fouché: “Todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cuál es”.
En este caso, son baratísimos. Castillo y su red se venden por cuatro centavos, si se compara con las dimensiones de la corrupción generada por Odebrecht, que tenía su propio departamento de sobornos o el Club de la Construcción. Siguen en #ModoChota, pensando que el Perú es su chacra y que por una propina pueden subastar todos los puestos del sector público del país. Por menos de US$10,000, cualquier mafioso puede acceder a posiciones que mueven millones de millones, para robarnos.
Muy pocos peruanos pagan Impuesto a la Renta pero los tributos indirectos nos afectan a todos y esa recaudación forma parte de la gran masa de dinero público que se malversa y que llena los bolsillos de estos criminales que se han apoderado del país. Y nadie se agita lo suficiente. Pareciera que no hay salida y que tendremos que soportarlo hasta el 2026. Hay toda una campaña de desprestigio contra los colaboradores eficaces y un blindaje vergonzoso desde el Congreso: todos hacen la finta que defienden la democracia, pero al final pocos son los que aterrizan acciones eficaces. Nadie quiere irse.
La conflictividad social sigue aumentando y solo desnuda la debilidad de un Estado vencido. El gobierno de Castillo generó demasiadas expectativas en la población. Me pregunto: ¿qué habrá pasado por la mente de los comuneros de las zonas altoandinas cuando Castillo les decía y repetía “no más pobres en un país rico”? Pues que mágicamente, llegado éste al gobierno, iba a presionar a las empresas, básicamente mineras, para que cumplieran con todos sus caprichos, bajo pena de nacionalización.
Vale decir, convertirlas en empresas estatales, operando a pérdida, donde los únicos que se enriquecen son los empleados. Nuevos Petroperú, nuevas cuevas de ladrones.
Las Bambas es un ejemplo emblemático. Desde el 2016 sufre paralizaciones y bloqueos y la situación solo empeora. A las seis comunidades de Cotabamba que mantienen vivo el conflicto se ha unido una sétima, Carmen Alto, ubicada en Chalhuahuacho, que exige la devolución inmediata de los terrenos que vendieron en el 2011 y la instalación de una mesa de diálogo, a pesar de que no tienen la más parda idea de lo que implican las concesiones recíprocas de una negociación. Los dirigentes de MMG está evaluando dar pagos anuales en lugar de una única armada. Es una solución desesperada para salir de este entrampamiento sine die, pero que generará un pésimo precedente.
En su discutible mensaje a la Nación, Castillo apenas le dedicó unas líneas al sector minero, reconociendo en frías cifras su contribución a la economía nacional, pero no dijo una sola frase que diera tranquilidad a los inversionistas. Hoy podríamos estar peleándole el primer puesto a Chile en producción de cobre, pero estamos exactamente al 50%, con 2.5 millones de toneladas al año. Si los últimos gobiernos hubieran tenido un verdadero compromiso con la minería, dotando de seguridad jurídica y protección a la inversión privada, se habría logrado concesionar gran parte de la actual cartera de US$60,000 millones, de los cuales el 65% es cobre.
Todo se hace mal. Triste pero hoy no veo luz al final del túnel.
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