¡Despertemos!
Nuestra región sucumbe ante la violencia y la desestabilización alimentada por el chavismo, que subyuga y mata de hambre a su pueblo sin piedad, pero tiene las arcas llenas cuando se trata de fomentar el caos en países vecinos. Latinoamérica huele a miedo, no nos podemos quedar impasibles.
Sebastián Piñera ya no se puede jactar de que Chile sea un oasis en la región. Lo que comenzó como una protesta de estudiantes por una mínima alza en los pasajes, ha terminado en convertirse en una manifestación demasiado amplia que involucra a fuertes núcleos de la clase media, incluyendo activistas sin bandera, solo dirigidos a abrir camino a través de la destrucción. El presidente chileno retrocedió en la medida, pero ha sido en vano, la crisis ya tiene vida propia.
Semanas atrás, Lenín Moreno se trasladó a Guayaquil, escapando de las protestas que encendieron Quito, por el aumento en las tarifas de los combustibles. Cedió, dio marcha atrás, no había diálogo posible, no hay entendimientos con una población poseída. Parecería que el tema está calmado pero no se puede cantar victoria, hay que estar alertas; el cáncer que creíamos curado ha rebrotado con fuerza.
En el Perú hay un 85% de irresponsables que se han dejado arrastrar por la euforia, que apoyan una dictadura que ha disuelto inconstitucionalmente el Congreso, olvidando que la solidez de un país se mide por la capacidad de impedir la desobediencia de las normas que lo rigen. El cumplimiento de la ley no se negocia.
Esta última semana ha sido la de los ofrecimientos millonarios, necesarios para consolidar las alianzas del Ejecutivo con los gobiernos regionales, aunque lo vendan diferente. Se decidió reorientar S/ 1,000M para estimular el crecimiento económico mediante el gasto público, pero sin un plan de inversión coherente, priorización y capacitación. Además, es un monto diminuto para el Perú –los Juegos Panamericanos costaron seis veces más– poco o nada moverá la aguja de nuestra alicaída economía. Populismo puro y duro, sabemos que en el Perú, el papel aguanta todo.
Pero lo realmente grave es la debilidad de nuestras instituciones que el común de las gentes no llega a percibir: un Poder Judicial que le reduce la pena al delincuente chavista Cerrón para que no cumpla carcelería efectiva, una Fiscalía diabólica y persecutoria, un TC débil y cortesano, sometido a los intereses del poder, y un presidente del Consejo de Ministros que desconoce su rol como gran coordinador de todos los sectores y las estrategias nacionales. A Zeballos el cargo le queda inmenso, es feliz como simple escudero de Vizcarra, ganando protagonismo a punta de retar y amenazar a la Comisión Permanente, y a todos aquellos que osen levantar la voz contra el gobierno.
Somos insensibles, pero queremos vivir sin culpa. El hecho de que no veamos protestas en las calles no significa que nuestro país no esté sometido a la violencia, a la perversa violencia de no vivir en una democracia. ¡Despertemos!