Desde la ventana
Nos hemos acostumbrado a mirar desde la ventana. En realidad, no hay otro espacio donde nos podamos sentir seguros cuando sabemos que allá afuera el mundo intenta desaparecer. Eso nos aterra. Entonces nos atrincheramos como quien busca protegerse en una guerra que nosotros mismos estamos complicando aún más. Esa es la que decidimos crear con la negligencia de quienes no han entendido que la vida a veces también nos la jugamos en conjunto, como ahora. Por eso miramos desde la ventana, para que no nos haga daño su indiferencia, esa que muestran aquellos a quienes parece no importarles agravar más la situación.
Hemos sobrevivido a muchas epidemias a lo largo de la historia. Hemos, digo, aunque eso se escriba en pasado y nos hiciera pensar que esta vez no lo haremos. Y es que parece que quienes nos atacan no quieren que sobrevivamos a esta guerra, ellos, quienes salen a las calles, ignoran las ordenanzas, se burlan de la cuarentena, se burlan de la vida misma. Por eso esta es una guerra, silenciosa, pero de aquellas a las que no nos hemos preparado para enfrentar. A pesar de ello, procuramos hacerlo mejor y nos escondemos detrás de esa ventana que nos protege y a la vez nos pone frente a frente con aquellos que nos quieren atacar, que nos persiguen y nos refriegan en la cara que la vida no vale nada, que nada vale en realidad.
Esta guerra es como las que se libraran en las mejores novelas que se pudieran escribir. Sin embargo, esta es real, es silenciosa y real, y nos pone a prueba frente a los que se burlan de ella. Por eso miramos desde la ventana y nos aferramos a la vida, a esa que nos pertenece, a pesar de todo lo que pase en ese mundo que nos ataca.