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Derecho y gelatinas

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Fecha Publicación: 15/01/2024 - 21:30
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“…el atestado policial llegó tarde y el Poder Judicial no quiso recibir la acusación, pues había vencido el plazo…” Lo dice un fiscal y, mientras tanto, son liberados los criminales; la violencia gana las calles como le ganó al derecho. ¿Y por qué mejor no se amplió la investigación?

Si las puertas giratorias sirven a los malos jueces y fiscales para liberar criminales, quién nos defiende de aquellos. Corrupción, miedo o garantismo, de eso no se hace el derecho, porque no hay derecho sin autoridad; pero alejémonos de tales explicaciones propias de los libros de ciencia política. Ocurre, sencillamente, que la “cojuridicidad” (se entiende como ingenuidad), no sirve al resguardo y la prevención social.

Nadie niega la validez del debido proceso y las presunciones prohomine, pero qué tal si el sospechoso que “paseaba” dando vueltas y vueltas por la cuadra en la noche no es tan inocente. La comisaría y el fiscal adujeron que no existe sospecha presunta y que no hay detención por merodeo. Fue, subsecuentemente, liberado. Al día siguiente asesinó a un hombre. Por eso merodeaba.

Los jueces sin rostro parecen espeluznantes; pero si los jueces a cara descubierta venían liberando terroristas por temor, ¿qué era lo justo desde lo social? Imagine que se borra lo actuado en el juicio a un terrorista porque sus derechos fuerzan a interpretar a su favor… y al día siguiente dinamita un centro comercial. El garantismo es un ideal individualista; pero, ¿cómo compatibilizarlo con la prevención social?

¿Qué hace un policía para extraerle la información a un terrorista que se niega a decir en qué kindergarten colocó una bomba pronta a detonar? Un solo meñique machacado y al policía le espera juicio y cárcel ¿Debe aplicar estrategias de persuasión?, ¿jugar al policía bueno y policía malo?

El Estado de Derecho nos permite vivir con la certeza de que un dictador no asomará para quitarnos la libertad o la opinión a trompicones; pero el Estado de Derecho también es prevención social. El problema es cuando la realidad nos interpela y no sabemos cómo responder ante el mal mayor. ¿Y la legítima defensa? Eximente, sí, que se avance en la legislación al respecto, pero, ¿cómo examinar si se dieron los presupuestos?

Las cosas no son tan simples cuando se trata de cotejar la realidad con los principios y dogmas con los que nos nutrimos los abogados. Presúmase la inocencia, sí, eppur si muove.

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