Derecha, sí, ¿y qué?
¿Decirse “de derecha”?, pocos se atreverían porque etiquetarse cuesta oportunidades, amigos, empleos… En el Perú autoproclamarse “de derecha” es temerario; decimos “derecha liberal” para atenuar porque lo contrario llamaría a algunos a superponer la etiqueta de “facho”. El fascismo es totalitarismo, partido único, visión colectiva, absorción del individuo por el Estado. Hay un parentesco entre el fascismo y el socialismo. Falsifica conceptos quien dice que conservadurismo y fascismo son lo mismo. El primero preserva el ideal liberal, el segundo lo destruye.
El conservadurismo (derecha) garantiza la continuidad de una sociedad libre en base a algunas tradiciones que podríamos ubicar en La Ciudad Antigua como raíz del hogar (Fustel de Coulanges); el Corpus juris civilis de Justiniano; la base judeocristiana de la fe; la lógica aristotélica y el idealismo platónico o la filosofía como razón fundamental; el humanismo y el renacentismo integrados a la civilización y tornando a lo clásico; la ciencia desde Galileo (método inductivo), que avanza sobre el pensamiento deductivo aristotélico y la ilustración liberal.
Obviamente, súmese el desarrollo evolutivo de los derechos humanos desde el Bill of rights, redactado en 1689 (derechos y libertades), algunos se remontan a la Carta Magna de Juan sin Tierra. Súmese el orden espontáneo del lenguaje y del mercado. Todo y el cúmulo de memorias, valores, instituciones y costumbres forman la civilización occidental, incluido el concepto de Estado Nación.
Decir “soy de derecha, ¿y qué?” es una valerosa confrontación que no es DBA, adjetivo injusto tomando en cuenta lo que hay detrás. El conservadurismo es preservación civilizatoria.
En el Perú, contra lo que creen algunos sociólogos de izquierda, la derecha no nace en los 90 (Fujimori era pragmático y sin línea doctrinaria) ni existe el “neoliberalismo”, licencia torpe que ni ellos entienden. La derecha incluye a varios ilustrados conservadores que asumen el conservadurismo desde la platónica legitimidad de mandar explicada por Bartolomé Herrera (que fue oposición y crítico de la anarquía vigente) al conservadurismo liberal de Manuel Pardo, que tenía un proyecto republicano y modernizador. Más adelante, el conservadurismo alzaría armas desde la intelectualidad con Víctor Andrés Belaunde, que entiende la historia más allá de la dialéctica, como una evolución viva y sintética.
La fabulación marxista cuestiona la civilización porque llama a destruir para construir. Si no lo sabe, no hay conflicto entre liberales y conservadores, sino complemento y debería ser unidad. Sin un viso de conservadurismo no habría civilización ni libertad.
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