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Decadencia alemana y crisis francesa

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Fecha Publicación: 09/12/2024 - 22:10
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La decadencia de una comunidad política es un fenómeno multicausal y evidentemente progresivo. Por citar un ejemplo, antes de la batalla de Andrinopla (378 d. C.) los romanos no tenían aún la percepción de estar experimentando el final de su Imperio. De manera similar, los otrora trabajadores, esforzados y disciplinados alemanes han ido perdiendo sus virtudes de manera paulatina, porque, al igual que el resto de Europa Occidental, son víctimas de una genial conspiración ideológica globalista.
Al igual que lo ocurrido en Estados Unidos con el Partido Demócrata, el Partido Socialdemócrata Alemán, tradicionalmente ligado al sindicalismo, fue infiltrado por el dinero proveniente de poderosas ONG internacionales, convirtiéndolo en vocero del multiculturalismo, de la desindustrialización y de la eliminación de la energía nuclear, obligándolo a traicionar los intereses de los trabajadores. La sociedad alemana no sabe cómo recuperar su dinamismo industrial y liderazgo tecnológico, perdidos por las exageradas e irracionales limitaciones legales destinadas a la lucha contra el cambio climático y el alto costo del gas norteamericano, mientras las firmas más emblemáticas del país anuncian cierres de fábricas y despidos masivos.
La crisis económica y moral en la nación que es considerada motor de la Unión Europea ya es un hecho cierto y verificable. Los progres liberales del FDP exigieron equilibrio presupuestal y su líder, Christian Lindner, fue separado del gobierno, por lo que se espera un voto de censura constructivo en enero, que debe convertir en Canciller Federal al líder de la oposición light, Friedrich Merz, de la CDU; quien deberá comprometer los votos del derechista AfD rompiendo el “cordón sanitario” impuesto por los conspiradores que dominan la Comisión Europea, o, de lo contrario, cogobernar con el SPD, manteniendo así las mismas políticas que están llevando a Alemania, y con ella a la Unión Europea, a la segura decadencia.
Un problema similar tiene el presidente Macron. Aunque tiene un mandato popular propio, pues fue elegido en elecciones presidenciales, no puede gobernar con autonomía sin contar con un primer ministro surgido de una mayoría propia en la Asamblea Nacional. Derribado Michel Barnier, víctima de las crisis económica y social —muy similares a las de Alemania—, se espera una campaña de demolición contra Marine Le Pen, para evitar que obtenga en las urnas la mayoría necesaria para designar al premier que ha de cohabitar con Macron, incorporando al gobierno políticas de contención a la nefasta ideología que ahora domina la UE.
Tanto en Alemania como en Francia han fracasado, como era previsible, las izquierdas democráticas, globalistas y multiculturales, también los conservadores “tradicionales” que han claudicado de sus principios, mimetizándose con los progres por temor a ser llamados “fascistas” y “neoliberales”. Regalaron así a los partidos de Derecha Alternativa el espacio de racionalidad y pragmatismo, y ahora deberán enfrentar las consecuencias.

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