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Cuestión de coherencia

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Fecha Publicación: 20/01/2025 - 21:20
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La polémica por la obra María Maricón, retirada de la programación en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), trasciende lo artístico y se inscribe en una crisis de identidad de la universidad. La PUCP, consagrada en sus estatutos al Corazón de María y definida allí como seguidora de las enseñanzas cristianas, parece haberse distanciado de los principios que le dieron origen. Este caso, más allá de la controversia por el contenido de la obra, plantea preguntas sobre la coherencia entre el espíritu fundacional de una institución y su realidad cotidiana.
Lo que se observa en el seno de la PUCP es una profunda transformación. En lugar de ser un espacio que fomente la fe y la reflexión desde los valores cristianos, se ha convertido en un escenario donde predominan posturas ideológicas que, en muchos casos, se burlan de esos mismos valores. Sus aulas, antaño respetadas, parecen un carnaval donde se alienta el activismo más que la academia. El respeto a lo sagrado, esencial en cualquier sociedad, ha sido desplazado por expresiones que buscan transgredir sus limites.
El respeto a los cultos distintos no solo es un principio de convivencia, sino una obligación moral en cualquier sociedad que aspire a ser verdaderamente dialogante. La sacralidad de la Virgen María, figura central no solo para el catolicismo sino también para otras tradiciones, merece un trato respetuoso. Es paradójico que quienes exigen tolerancia para sus propias expresiones muchas veces no ofrezcan el mismo respeto a las creencias de los demás.
Como escribió G.K. Chesterton: “El mundo moderno está lleno de viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas; porque han sido aisladas unas de otras y están vagando solas”.
La PUCP alberga una Oficina para la Igualdad de Género y Diversidad, eufemismo que sintetiza una ideología que ha ganado terreno en su campus. Este espacio parece haberse convertido en una productora de doctrina oficial, el estandarte de un activismo que se opone a los valores sobre los cuales se fundó la universidad.
José de la Riva-Agüero, benefactor cuya fortuna permitió la génesis de la PUCP, difícilmente habría imaginado que su legado sería utilizado para crear un espacio que satiriza su fe. Sí, soy liberal y asumo la tolerancia y pluralidad, pero no la incoherencia. Así, la universidad debería reflexionar sobre su identidad: el título de Pontificia no es un adorno, es una misión que debe asumirse con coherencia o abandonarse con dignidad.

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