Cuatro poetas españoles escriben sobre fútbol
Luis García Montero escribe el poema “Domingos por la tarde”, incluido en su libro Vista cansada, para agradecer al fútbol las horas de amistad y de exaltación, tal como él lo confiesa: “A veces las infancias escapan de sí mismas / y corren por la lluvia como en fuera de juego / sin oír las sirenas de los árbitros. / Es verdad que son mares en un vaso de agua, / pero hay olas que tienen esa espuma / de las alineaciones, / paraísos que aguardan los despachos / del último minuto / o días que amanecen / con la tranquilidad de un tres a cero, /de un cinco a cero en punto de la tarde […]”.
Sobre los arqueros, Miguel Hernández escribe un extenso poema que lleva como título “Elegía al guardameta”: “Tu grillo, por tus labios promotores, / de plata compostura, / árbitro, domador de jugadores, / director de bravura, / ¿no silbará la muerte por ventura? / En el alpiste verde de sosiego, / de tiza galonado / para siempre quedó fuera del juego / sampedro, el apostado / en su puerta de cáñamo anudado […]”.
Por su parte, Rafael Alberti recuerda al arquero húngaro de los años 20 del club Barcelona. El poema lleva como título “Oda a Platko”: “Ni el mar, / que frente a ti saltaba sin poder defenderte. / Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía. / Ni el mar, ni el viento, Platko, / rubio Platko de sangre, / guardameta en el polvo, / pararrayos. / No nadie, nadie, nadie. / Camisetas azules y blancas, sobre el aire. / Camisetas reales, / contrarias, contra ti, volando y arrastrándote […]”.
Finalmente, Gabriel Celaya escribe “Contraoda del poeta de la Real Sociedad”, donde hace una especie de respuesta a Alberti. En su poema critica a Platko y al árbitro, a quien acusa de haberlos perjudicado: “Y recuerdo también nuestra triple derrota / en aquellos partidos frente al Barcelona / que si nos ganó, no fue gracias a Platko / sino por diez penaltis claros que nos robaron. / Camisolas azules y blancas volaban / al aire, felices, como pájaros libres, / asaltaban la meta defendida con furia / y nada pudo entonces toda la inteligencia / y el despliegue de los donostiarras / que luchaban entonces contra la rabia ciega / y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado […]”.
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