Cuando ya no importe
“Escribo la palabra muerte deseando que no sea más que eso una palabra dibujada con dedos temblones”. La frase es potente, sugerente, una especie de invitación a la intimidad, al reconocimiento. El título también es sugerente, y más todavía. Si acaso no es el mejor libro de Juan Carlos Onetti, tiene un sabor especial, del mismo modo que lo tienen los que se escriben como un diario. Esa relación confesional siempre es un ingrediente interesante, una especie de cercanía con el lector, a manera de relato al oído o, simplemente, como una especie de confesión. Los estudiosos de Onetti cuentan que el escritor en sus últimos años vivió encerrado en su habitación todo el día, echado, esperando que la vida pase. Este libro es producto de esos días debilitados y de angustia, al punto que tuvo que dictar a su mujer algunos de esos fragmentos.
He leído el libro de Onetti, precisamente, pensando en muchas cosas que no debieran importar en la vida. Los golpes, por ejemplo, son perturbadores no cuando uno los recibe, sino además cuando los recuerda. Cada recuerdo, entonces, es como si fuera un golpe nuevo, fuerte, seco, intenso. En esas circunstancias, pensamos qué sería de nuestras vidas cuando aquello que es importante para nosotros se pierda o ya no esté más. Nos aferramos a lo que amamos, a lo que deseamos y hasta a lo que ansiamos más allá de nuestras posibilidades. La vida, por ejemplo, o los sueños que no terminan por cumplirse, siempre aparecen como una especie de esperanza porque verdaderamente nos importan.
En el libro de Onetti, Carr, el personaje principal, abandonado por su mujer, en lugar de sumergirse en la tristeza, decide dejarlo todo y se va a otro país porque intenta rehacer su vida, ser otro, un hombre diferente, nuevo. La situación, sin embargo, se complica. La intención del cambio nos atrae, pero no necesariamente se cumple. Las repercusiones a veces son, incluso, más dolorosas. Entonces, la esperanza a veces aparece como escudo, como decía Cortázar en Rayuela: “Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”. Entonces todo parece ser más claro, a pesar de los problemas, de las dificultades para respirar, para hablar, para sonreír. Es una lucha, sin duda, mientras nos mantengamos firmes, hasta que decidamos aguantar, o como escribe Onetti, hasta cuando ya no importe.
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