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Cuando bajan los cerros

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Fecha Publicación: 21/04/2022 - 22:25
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Uno de los cuentos que más recuerdo de la infancia representa aquel billete anaranjado que nunca encontré. “El niño de junto al cielo” de Enrique Congrains Martín era la representación de la esperanza reprimida para quienes vivíamos como Esteban, luchando cada día contra esa bestia de un millón de cabezas que era Lima. Entonces no encontrábamos un billete anaranjado, sino que íbamos en busca de él.

“Por alguna desconocida razón, Esteban había llegado al lugar exacto, precisamente al único lugar… Pero ¿no sería, más bien, que “aquello” había venido hacia él? Bajó la vista y volvió a mirar. Sí, ahí seguía el billete anaranjado, junto a sus pies, junto a su vida”.

Durante toda mi infancia viví en la parte baja de un cerro de Comas, en esa subida que iniciaba el camino empinado hacia las partes más altas, donde había un cementerio.

Cuando salíamos a jugar con la pelota en la cuadra, mirábamos hacia arriba como tratando de descifrar cómo sería esa vida en las alturas, en ese lugar alejado donde nuestra vista apenas podía llegar, sin saber que de esa misma forma nos miraban quienes se ubicaban fuera de esa subida, en la avenida, donde no vivían inclinados y donde no tenían que jugar fútbol callejero disparejo con la cancha inclinada hacia abajo.

“Su madre se había encogido de hombros al pedirle, él, autorización para conocer la ciudad, pero después le advirtió que tuviera cuidado con los carros y con las gentes”.

Ese Esteban, finalmente, representaba un poco de cada uno de nosotros, con nuestras carencias y anhelos. Y así como al final del cuento termina burlado por Pedro, el supuesto amigo que le engaña con el negocio de las revistas, la situación y las condiciones de vida también fueron adversas para nosotros.

“Convinieron en reunirse al pie del cerro dentro de una hora; convinieron en que Esteban no diría nada, ni a su madre ni a su tío: convinieron en que venderían revistas y que de la libra de Esteban saldrían muchísimas otras”.

Finalmente, ser como Esteban en estos tiempos es someterse al prejuicio, a ser señalado de ladrón o saqueador. Es la realidad, no la correcta, pero realidad dura contra los no privilegiados. Nosotros, los Esteban, no bajamos de los cerros para delinquir. Así como hay un Esteban bueno, también hay un Pedro malo, ruin, miserable, y ese, precisamente, es de quien debemos cuidarnos mucho más.

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