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¿Cuál revolución?

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Fecha Publicación: 29/04/2024 - 21:20
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El Perú retrocede en calificación crediticia. Pareciera no tener futuro, mientras cuarenta candidatos competirán en 2026. Prevalece la amenaza de Antauro, un nacionalista que admira a Velasco y que anuncia muerte. Si millones votaron por Castillo (con el ideario de Cerrón), quién asegura que no votarían por Humala.
Nadie hará empresa si saliendo de un hoyo seguimos dispuestos a caer en otro, uno más profundo. ¿Quién invierte, quién no piensa en migrar, qué jóvenes no advierten que quedarse es perder futuro?
¿Y lamentamos la pérdida en calificación crediticia? Desde 2016, seis presidentes pasaron por Palacio: uno renunciante, otro vacado, un golpista, uno botado por la calle… Nueve expresidentes tienen pendientes procesales, uno optó por el suicidio, otros están detenidos. Es la democracia fallida, que de democracia tiene menos; instituciones enfrentadas y dirigidas; una justicia infestada de política, un congreso de gollerías e impunidades.
La prosperidad desperdiciada. De qué sirve el récord histórico en el precio del oro sin explotación aurífera, de qué si se ve a los mineros artesanales como problema, cuando son una posibilidad. De qué sirve elegir de entre los mismos si la oferta la hacen los partidos empresa o los extremos o los centristas que gobiernan sobre la inercia. La clase política es vertical, se sucede una a otra en el tiempo y es casta de prosperidades falaces.
Casta la del velasquismo que quiere mimetizarse y que hizo del Perú una charca de elefantes. Su estructura coexistió con la democracia, legando todos sus costos. Casta la del centro político, que solo administró el Estado y casta la izquierda que dinamitó la minería. De qué sirvió el régimen económico si le sacaron la vuelta con leyes y decretos.
Una nueva clase política no es el cambio de caras ni la entrada de generaciones nuevas (Siempre González Prada y el Politeama), que de eso tuvimos harto. Bien dice Gaetano Mosca que no importa si cambia el sistema, la élite dominante sigue existiendo con su modo de sostener un problema esencial. Ocurre que de virreyes a presidentes tampoco pasamos por una revolución liberal, que se hubiera propiciado con la Constitución de 1823, pero no tuvimos padres fundadores. No alcanzó el liberalismo republicano de Luna Pizarro.
La revolución liberal es la materia pendiente de la Independencia, aquella que nos puede llevar a la riqueza. La otra es la que Barrantes propuso desde su orilla, pues “un gobierno honesto ya sería una revolución”.

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