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¿Crisis de representación?

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Fecha Publicación: 15/09/2025 - 22:11
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Si queremos hablar de representación en un sistema político democrático, debemos referirnos primero al concepto de política como la actividad de intermediación de intereses y tendencias de los grupos sociales que cotidianamente se confrontan en toda sociedad pluralista; precisamente, el político busca asegurar su presencia de calidad en los espacios de decisión, especialmente en aquellos donde se pueden afectar los intereses de sus intermediados.
Así, resulta evidente la íntima relación entre la política y la democracia representativa, pues esta es el conjunto de principios, reglas y procedimientos destinados a concretar el gobierno de los intermediarios de las tendencias e intereses mayoritarios, de los políticos favorecidos por el electorado en un procedimiento plural y competitivo.
Esto se concreta casi de manera lógica en el sistema uninominal, solo un diputado por cada distrito electoral, pues es evidente que esta regla conduce tarde o temprano al bipartidismo, lo que reduce la oferta electoral de forma natural, permitiendo al ciudadano informarse respecto a cuál de los candidatos se identifica realmente con sus necesidades e intereses.
El sistema proporcional requiere de listas, porque elige a varios diputados por cada distrito electoral, disminuyendo la calidad de la representación, pues difícilmente el elector promedio podrá conocer la trayectoria y el pensamiento de cada uno de los candidatos, debiendo confiar en la coherencia ideológica de la agrupación electoral que presenta a esos candidatos bajo una marca conocida y de programa coherente. Allí ya distinguimos una causa de debilitamiento de la calidad de la representación política: nuestra penosa afición por el sistema proporcional.
Otra es la desastrosa evolución de los partidos políticos, que son organizaciones permanentes y programáticas que aspiran a colocar a sus dirigentes en los espacios donde se decide lo que en verdad interesa a sus representados. Ellos ya no tienen el monopolio de la oferta electoral, pues comparten cartel con agrupaciones temporales al servicio de caudillos propietarios de la marca o que alquilan el disfraz sin ninguna intención de servir con lealtad a sus intermediados, defendiendo distintas tendencias e intereses en cada proceso electoral, según la conveniencia inmediata.
Sigamos sumando: la política entra en crisis de credibilidad porque es permanentemente desacreditada por las empresas propietarias de los medios de comunicación, y al mismo tiempo, las poderosas ONG diseñan métodos de sobrerregulación que asfixian el ejercicio de la política, por ejemplo, favoreciendo el transfuguismo y evitando que los profesionales exitosos ingresen por temor a las famosas incompatibilidades.
Así, resulta evidente la ruta para mejorar la mutua identificación del elector con su elegido: desatar el nudo gordiano fortaleciendo y promoviendo el crecimiento de verdaderos partidos políticos, sustentos necesarios de toda democracia representativa.

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