Confianza
La cultura de la confianza no solo supone que nadie mienta, sino que no me cambien las reglas bajo las que pactamos. Que nadie mienta es un reto educativo utópico, para eso existe el derecho. Con la desconfianza no celebro contratos ni creo vínculos. Por la desconfianza se creo el derecho: la Constitución para que el poder no me devore, el Código Penal para que la maldad del otro no se ensañe y el Código Civil para contratar, disponer, poseer y reparar.
La Constitución de 1993 fue más lejos y se aseguró de un régimen económico garantista que ha rendido buenos resultados; pero hizo más, el artículo 62 dice: “La libertad de contratar garantiza que las partes pueden pactar válidamente según las normas vigentes al tiempo del contrato. Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes u otras disposiciones de cualquier clase”. La palabra debe cumplirse.
Dice con claridad: “pactar válidamente”, pero nadie entiende de sutilezas; y es que pactar válidamente es, como en todos los contratos, hacerlo con un fin lícito. El cohecho escondido en un contrato, “invalida” la contratación. Se da por supuesto que nunca pactamos. El problema es que mientras sea válido, procede el delito y se gana de él. Dar contenido sacrosanto a los contratos en este nivel, como con las cláusulas anticorrupción, bien merecía un párrafo adicional. Artículo 62 IN FINE: “Los contratos protegidos por este artículo no incluyen aquellos que se celebran mediante acuerdos ilícitos penales. La suspensión preventiva de los efectos jurídicos, en este caso, opera desde que existan indicios suficientes y razonables del ilícito en la etapa fiscal a criterio del juez”. Suena bien, resuelve desde la Constitución, pero bastante peligroso si es que hay quienes podrían abrir una puerta a malos contenidos. Basta con entender que el artículo se refiere a los pactos válidamente concebidos.
La ley no ampara el abuso del derecho. La ley ampara la buena fe. El problema es que la corrupción y la trampa en el Perú lo invade todo desde el Virreinato hasta hoy (recomiendo “La historia de la corrupción”, de Alfonso Quiroz) y no hay mayor generador de costos sociales que la criollada corrupta, esa que hace que no confiemos si se trata de firmar un acuerdo. No hay mayor traidor que un presidente que estafa a su pueblo desnaturalizando su mandato que nunca fue “gobernar y robar”… traición a la patria, a fin de cuentas.
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