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Ciudadanos de a pie

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Fecha Publicación: 17/11/2022 - 22:55
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Hace algunos años, en el diario de Córdova, Fernando Pérez-Borbujo escribió un texto titulado “El ciudadano de a pie”, donde realiza algunas reflexiones que sería importante retomar: “Entre tanta desgracia y calamidad, atento a los pequeños brotes de esperanza, el ciudadano de a pie ve cómo su vida se encamina, lenta pero inevitablemente, al desastre”. El inicio es perturbador. El acercamiento al desastre parece ser el destino del que las personas de a pie no pueden escapar. Está presente siempre, como predeterminado y sentenciado, como en las tragedias griegas, y, por eso, es necesario aferrarse a la esperanza, ya que no hay otro camino.
En medio de todo ese destino incierto, hay algo más: “En los medios de comunicación, en las radios y televisiones del Estado, a nuestro pobre ciudadano de a pie se le bombardea sistemáticamente con las desgracias de medio mundo, se le carga con la responsabilidad moral de ser social y solidario”. La responsabilidad recae siempre sobre los menos favorecidos. El señalamiento es imperativo. Entonces abrimos el espacio para no asfixiarnos y para creer que podemos ir más allá del camino trazado, aunque a veces eso no resulte suficiente. Por eso, el ciudadano de a pie “siente envidia de esas especies protegidas y se pregunta compungido por qué él no forma parte de esa clase selecta. Nuestro ciudadano de a pie tiene dudas acerca de si los que él ha votado en realidad gobiernan para él o para las minorías. Pero, harto de hacerse tantas preguntas inútiles, nuestro ciudadano de a pie ha decidido irse fuera y volver a entrar en su propio país como inmigrante ilegal para tener así más oportunidades en su propia tierra”.
Por todo eso, nos miran desde lejos. Y muchas veces evitan acercarse porque existe una distancia irreparable que trasciende, y existe, además, una distancia mucho más grande entre nosotros y los Otros -con mayúscula-, esos que vemos aún desde más lejos, porque las reglas sociales se comportan así, tal como las hemos construido, quizá, sin darnos cuenta. Por eso, lo aceptamos. Somos esos ciudadanos que caminan y trazan largas distancias para sobrevivir, que viven el día a día, luchando para no romantizar la situación que nos aqueja. Incluso, algunas veces, quienes no lo fueron, de pronto se convierten en aprendices de ciudadanos para entender esos nuevos mundos, aquellos donde los Otros -esos que ni siquiera nos miran- dicen interesarse cuando persiguen el poder. Esos sujetos somos nosotros, los ciudadanos de a pie.