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Castillo, uno, dos, tres y… ¡FUERA!

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Fecha Publicación: 07/06/2022 - 22:50
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Estamos viviendo un escenario surrealista. Demasiados peruanos se preguntan cómo pudimos llegar a este extremo, cómo es posible que se mantenga un presunto delincuente y su red criminal en el gobierno. Ni el clamor ciudadano, ni los escandalosos destapes de cierta prensa valiente que se ha convertido en la mejor aliada de la verdad, ni su paupérrima aceptación en las encuestas generan indignación y coraje – término medio entre el miedo y la imprudencia decía Aristóteles - en el Congreso.

Siguen haciendo fintas y discursetes, justificándose en que no habría los 87 votos para la vacancia, y posiblemente no los haya. Calculo que, entre los incondicionales de Perú Libre -cada vez más reducidos- y “los niños” de muchos partidos que han vendido su alma al mejor postor, tienen cautivos cerca del 50% de los votos. “Los demócratas” solo se quejan, pero ninguno, NINGUNO se atreve a solicitar, en blanco y negro, la modificación del Reglamento del Congreso que fijó ese altísimo número gracias a una exhortación del Tribunal Constitucional. Hoy, es la única manera de vacarlo.
¿Han escuchado de la teoría de las ventanas rotas? Esta hipótesis surgió a consecuencia de un experimento realizado por el psicólogo Philip Zimbardo en los Estados Unidos. Aparcó y abandonó un carro con las ventanas rotas en el Bronx, NY. De inmediato empezaron a robar partes del automóvil y cuando ya había sido desvalijado, comenzaron a destruirlo en su totalidad. La segunda parte del ensayo consistió en abandonar otro carro en Palo Alto, un barrio de gran poder adquisitivo en California. Al comprobar durante una semana que no ocurría nada, Zimbardo decidió romper algunas ventanas del automóvil. Poco tiempo después, la gente tambien empezó a desbaratarlo y arruinarlo completamente.

Sobre la base de este experimento, George Wilson y James Kelling elaboraron “la teoría de las ventanas rotas”, intentando probar que el desorden y el caos generado por una ventana rota conduce a un círculo vicioso que termina con la vandalización de todo el automóvil.

La conducta criminal es contagiosa. Cuando es fácil de implementar y garantiza impunidad, doblemente contagiosa. Si vamos por la vía de la analogía, las instituciones capturadas y débiles equivalen a las ventanas rotas de un Estado que está siendo vandalizado por corruptos. Todos quieren aprovecharse. Como bien dice Malcolm Gladwell los seres humanos somos primates y nuestra tendencia es mimetizar mucho, copiar lo que hacen nuestros semejantes, y yo agregaría, con mayor razón si el calco trae beneficios y hay una suerte de indemnidad garantizada. Menciono dos ejemplos: Martín Vizcarra, un personaje casi diabólico que le ha hecho un inmenso daño al país, no solo fue el congresista más votado en el 2021 sino que no ha pasado un solo día en la cárcel. Una vergonzosa sentencia de la Corte Suprema permite que Odebrecht pueda contratar con la AARC, a pesar de que no solo nos robó millones sino que dejó toda una secuela de podredumbre en muchos empresarios y autoridades, que han acarreado un costo social inconmensurable.

En el colmo de los colmos, se ha declarado desierta la buena pro de fertilizantes, estando la agricultura en emergencia a nivel nacional y una crisis alimentaria ad portas. 19 de 22 propuestas internacionales fueron declaradas inválidas por un cuestionado director ejecutivo de Agro Rural, Rogelio Huamani. Se está jugando con el campo, con el estómago de la gente más humilde y no pasa nada.

Es imposible acabar con la corrupción en el Perú. Ni las leyes más exquisitas ni las sanciones más draconianas podrán con ella. Tendríamos que volver a nacer.

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