Castillo, desde su burbuja, sigue desafiando al país. ¿Qué más necesita el Congreso para vacarlo?
“La estrellita de Latinoamérica” ya no existe más. No vivamos de espejismos y recuerdos edulcorados, enfrentemos la realidad. Como bien señala Ismael Benavides, el crecimiento, la reducción de la pobreza y la mayor sensación de bienestar no sólo se dio por los precios altos de los minerales como maliciosamente desinforma la Izquierda, sino por una excelencia en la gestión. Hoy los bienes más escasos en el Perú son las calidades morales y profesionales para ejercer la función pública. La inversión huye no por falta de oportunidades sino porque es muy difícil y costoso convivir con el enemigo. La burocracia infernal y el chantaje de los conflictos sociales promovidos por la Izquierda, siempre protegiendo sus intereses crematísticos, han convertido al Perú en un campo minado. Habría que hacer tabula rasa y empezar de nuevo.
Nuestro zeitgeist es el desconcierto. Ese espíritu nos ha convertido en un país de extremos, de conmigo o contra mí. Estamos inundados por una bruma de crispación y rabia que ha ido nublando nuestra convivencia. Somos una democracia defectuosa, con figuras públicas que se encumbran y derrumban en plazos récord e instituciones atrapadas en su círculo de incompetencia, que nos dejan en estado de indefensión. Quizas el Congreso es el más emblemático porque sobre los parlamentarios recae la responsabilidad de marcar un rumbo ante tanta oscuridad.
¿Tienen temor a perder el puesto? Según la última encuesta de Ipsos, el 74% preferiría que en caso sean vacados Castillo y Boluarte, se convoquen elecciones presidenciales y del Congreso. Sin embargo, es clarísimo que las emociones no se pueden convertir en motor de las decisiones y que la voluntad de una sociedad frustrada no puede prevalecer sobre el imperio de la ley. Reconocidos constitucionalistas han expresado que solo se trataría de elecciones presidenciales.
La alta desaprobación del Parlamento ya es una constante. No solo se origina por la permanente campaña de desprestigio que le hace el Ejecutivo, apoyado por los medios bien aceitados de turno, para someterlo bajo amenaza de disolución, sino por la ignorancia de la gente, que no sabe realmente el rol que cumple: legislar, fiscalizar, representar y ejercer control político. La propia congresista Bazán señaló que le daba vergüenza el Congreso porque parecía un circo donde se hablaba demasiado. Nunca se informó que el término parlamento deriva del francés “parler” (hablar) y es justamente ahí donde deben discutirse y resolverse los asuntos públicos y de interés para el país. Se habla y muchísimo, sin embargo, desafortunadamente la gente lo ve como una pérdida de tiempo. Genera altas expectativas porque creen que maneja presupuesto y que puede hacer posible la construcción de carreteras, hospitales y colegios. Craso error producto de la ignorancia y la desinformación.
Lamentablemente el Congreso será siempre muy impopular y fácil de golpear por un Ejecutivo ineficiente y populista. El ejemplo más emblemático es el Congreso anterior que luego de 6 meses de gestión solo tenía un 24% de aprobación, a pesar de que se esmeraron en destruir la economía con sus leyes populistas:
Devolución de aportes de la AFP y ONP, eliminación de los contratos CAS, la Ley de Promoción Agraria y los peajes en la red vial nacional, ascenso automático a profesionales del sector salud, y otras normas nefastas.
Las leyes dadivosas no rindieron fruto, pero armarse de valor y salvar al país merecerá un agradecimiento infinito.
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