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Cara y sello de días decembrinos

Fecha Publicación: 01/12/2023 - 20:40
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Seis y veinte de la mañana, frente a la estación del Metro de Lima, una sonriente señorita saluda a quienes se le cruzan. Pocas personas responden a su saludo y otras no tienen el menor interés. De pronto, con aguda voz entona una canción de Navidad. La mañana se quiebra, se ilumina. Algunas personas corresponden con cariño y ofrendan unas monedas en un pequeño y desteñido cesto, otras arrojan con desprecio monedas cuyo sonido, brillo y valor desentonan completamente con la hermosa melodía y la mañana. Sin lugar a dudas, el estado de ánimo de la gran mayoría de ocupantes del Metro cambia completamente y su ruta a sus centros de trabajo es y será más llevadera.
La canción también hace que los pensamientos rápidamente se trasladen a los días de Navidad. Apenas se inician días decembrinos y ya la gente piensa en cómo agenciarse de los típicos regalos. Piensan en esos días que debieran ser de unión familiar. Sin embargo, la mayoría hará todo lo posible para comprar regalos y entregarlos a quienes incluso no los necesitan solo para fingir una feliz Navidad; una buena cantidad, hará todo lo posible para llevar algo, alguito, a casa y compartir con los suyos y esperar una feliz Navidad, para otra cantidad no le bastará todo esfuerzo porque no podrá llevar casi nada a casa y apenas distribuirá, como mamá, el aire en partes iguales y eso será suficiente para una feliz Navidad.

A lo lejos, sigo escuchando a la señorita que continúa entonando más canciones de Navidad. Mañana y los siguientes días hará lo mismo, quizás otro día ya no la encuentre, porque su canto atenta contra la tranquilidad pública y la autoridad municipal le exigirá permisos, licencias y cuanto documento emita como resolución municipal: así de estúpida es la burocracia e insensibilidad de muchas instituciones. La cantante buscará otro lugar, otro espacio, otros amaneceres que en algo se parezcan a los días decembrinos y ojalá a los días de Navidad.

Llego a mi destino final, y al salir de la estación, observo que todo está cubierto de carteles comerciales mostrándonos el camino para ser “feliz” en esta Navidad. Ojalá seamos capaces de no cruzar esas puertas falsas construidas por fariseos que son felices cuando ven que en cada Navidad el Niño, se va convirtiendo en una falsa moneda. Para ellos el Niño Dios no importa, al fin y al cabo, Él no pedirá nada.

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