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Capablanca, Alekhine y Bogoljubov en Nueva York, 1924

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Fecha Publicación: 11/08/2025 - 21:00
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En 1924 se encontraban reunidos en Nueva York los principales ajedrecistas del mundo, entre ellos José Raúl Capablanca, que estaba en sus momentos mejores, como campeón mundial que estaba acumulando ocho años sin perder una partida, Alejandro Alekhine que sería luego campeón mundial a partir de 1927 y Yefim Bogoljubov, ajedrecista ucraniano, nacido en Kiev, quien luego se naturalizaría alemán. De los tres el más increíblemente vanidoso era Bogoljubov, cuyo apellido significa en ucraniano, el preferido de Dios.
Se hallaban los ajedrecistas en un café del hotel. Con diferentes amigos entre aficionados y organizadores, un día antes de la inauguración del importante torneo que se iba a realizar. En ese momento se acercó un periodista, saludó ceremoniosamente a los tres contertulios y dijo que les quería hacer una breve entrevista inusual con la misma pregunta. ¿Sueña usted alguna vez con temas ajedrecísticos? Nunca, respondió Capablanca, sueño con amigas, y casi siempre frente al mar, disfrutando de la brisa y la conversación, muy de cuando vemos a algunos aficionados al juego de Caissa y nos alejamos antes de que me reconozcan. Bogoljubov dijo entonces, yo sueño que me preguntan otros periodistas, cómo enfrento cada partida, y a todos les contesto parecido: cuando llevo las blancas sé que voy a ganar aprovechando esa pequeña ventaja de tener la iniciativa, y si llevo las negras, sé que puedo ganar porque soy Bogoljubov. Rieron todos con la ocurrencia. Alekhine carraspeó, pidió permiso para contar algo irreverente, especialmente para Bogoljubov, y este sonrió, esperando una chanza.
Alekhine narró entonces que había soñado con su propia muerte, y que, aspirando a entrar en el paraíso se dirigió hacía ahí, había demasiadas personas tratando de entrar a ese lugar deseado. Con sus enormes llaves, San Pedro estaba desesperado, entonces tuvo la ocurrencia de crear dos filas o hileras, una para los solteros y otra para los casados. Con voz potente dio su disposición a la muchedumbre. Explicó que los casados casi siempre sufren en la vida y que eso les ganaba el derecho de entrar. A los célibes los iba a revisar.
Alekhine, que era el último de la fila, dijo, cuando llegó a hablar con San Pedro, he padecido mucho, me casé dos veces. Eso no le da más derecho a entrar al paraíso. He sido un ajedrecista destacado. concluyó el postulante al cielo. Ese es el problema, respondió San Pedro, los ajedrecistas no entran al cielo, tienen placer en ver sufrir a los demás, disfrutan humillándolos. Alekhine alcanzó a ver a Boguljubov, dentro del paraíso, bajo un árbol. Entonces reclamó: pero ahí está Bogoljubov. Él no es ajedrecista, sentenció San Pedro.

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