Basta de chitón boca
La semana pasada advertíamos –como tantos– el riesgo que el actual desmadre político e institucional representa para el proceso de reactivación económica y para la Democracia en el país y no había necesidad de ser zahorí para ello. Pues bien, la Calificadora de Riesgos Standard & Poor’s Global (S&P), una de las más prestigiosas del mundo, acaba de rebajar el grado de inversión del Perú a la categoría BBB-, es decir a nivel especulativo. Si se cae otro escalón se pierde el grado de inversión con el consiguiente encarecimiento del crédito público y privado y el mayor deterioro de la confianza en la República como receptor de capitales. Lo dramático es que la mala noticia de S&P no se sustenta, estructuralmente, en causas económico-financieras sino, principalmente, en la fragilidad de la institucionalidad política y la fragmentación parlamentaria que atenta contra el crecimiento y desarrollo nacionales y alienta el déficit fiscal y el manejo populista y en esto los Podres Ejecutivo y Legislativo son culpables indiscutibles.
El Premier, en plan de bombero predicador, ha solicitado bajar el “ruido político” invocando a todos y, en especial, a los medios a contribuir a la unidad resaltando los esfuerzos que efectúa el Gobierno por salir adelante en vez de las escandaleras coyunturales. Vaya que suena bien el mensaje y sería lo deseable, si no fuese porque el origen del desmadre diario y la desconfianza de marras radica en la propia gestión gubernamental al alimón con sus bancadas afines en el Congreso. Para dejar de hablar de los escándalos, imputaciones y cuestionamientos que envuelven a la Sucesora Presidencial y de paso a su poderoso hermanito y adláteres, al menos habría que pedirle a doña Dina que declare la verdad ante la Fiscalía y no se acoja al socorrido silencio porque la callada vale legalmente para cualquier investigado más no sirve frente a la Nación para quien ejerce la primera Magistratura. Pedir la unidad nacional cuando hay demasiadas sombras sin aclarar y la alta dirección de la administración pública deja tanto que desear, requiere mucho más que palabras que hasta ahora se las lleva el viento y no sabemos por cuánto. En lo que no hay duda, es que el “chitón boca” presidencial no ayuda. ¡AMÉN!
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