Aristóteles y la política que necesitamos

Un libro clásico de Aristóteles, en todo el sentido de la expresión, se titula Política. En este habla de la polis, entendida como comunidad política, en comparación con otro tipo de comunidades. Y, en ese discurrir de ideas, una de las expresiones que sentencia es que, por naturaleza, la fuerza se encuentra en los jóvenes y la prudencia en los viejos (Libro VII). La situación es compleja, por cierto, pues el filósofo griego entonces no habría pensado cómo miles de años después, no necesariamente los jóvenes no serían fuertes ni los viejos serían lo suficientemente prudentes en sus actos.

Sucede en la política, con mayor razón. La vieja política termina siendo la política de los viejos, pero no de los prudentes, sino de aquellos que se quedaron en el pasado y no se adecuaron a los cambios que la modernidad exige. Se trata de una política clásica, aquella que nos permite rememorar un nombre y, con ello, decisiones que determinaron el rumbo de nuestra historia. Y esa misma política, amenazante en estos tiempos, con los mismos rostros o con otros nuevos, pero con las mismas ideas de aquellos, termina convirtiéndose en una política trasnochada, aquella que, en la actualidad, quiere tomar protagonismo, pero no determina su rumbo, pues se adscribe al facilismo y procura soluciones inverosímiles sin ni siquiera encontrar el camino de salida ni el de la coherencia de ideas.

Es cierto que no toda la juventud tiene fuerza, pero no solo ellos. Muchas veces, los viejos, aparte de no ser prudentes en ese rumbo político, tampoco muestran la fuerza para tomar decisiones acertadas para el destino de nuestro país. Entonces nuestras decisiones terminan siendo las mismas, las repetitivas, las que nos perjudican, aquellas que siguen eligiendo a los mismos, a veces con otros nombres y otros rostros, pero los mismos, al fin y al cabo.

La política debe tener fuerza y prudencia, esa que era la virtud de los jóvenes y de los viejos, según la idea de Aristóteles. Necesitamos partidos nuevos que despejen el panorama, candidatos nuevos que tengan la cara limpia y las manos, sobre todo, sin antecedentes, sin ademanes ni pasados oscuros. Necesitamos un cambio urgente, necesario, y eso será una decisión única y exclusivamente de nosotros. No existe otro camino.

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