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Apuntes colombianos

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Fecha Publicación: 29/10/2024 - 22:00
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Volver a Colombia después de algunos años ha sido una experiencia valiosa. En el pasado, las visitas fueron más turísticas, comenzando por la metropolitana Bogotá, siguiendo por esa joya universal que es Cartagena de Indias y terminando en el bello archipiélago de San Andrés, en el mar Caribe. Ahora, si bien era ineludible la entrada por la pujante capital colombiana, el resto de la visita consistió en adentrarse en centros poblados menores de los departamentos de Cundinamarca, Boyacá y Santander, y descubrir no solo su encanto urbano y rural, sino también el éxito alcanzado en el desarrollo y planificación territorial por esta hermana república, de la cual el Perú tiene tanto que aprender y corregir, si sabe abrir los ojos. Vayamos por partes y cucharadas.
Colombia tiene una población de más de 50 millones de habitantes, y Bogotá, Distrito Capital, supera los 8 millones, aproximadamente el 16 % de la demografía nacional. Aunque la ciudad sigue esperando el metro que no llega –como Santa Marta aquel musical tranvía–, su sistema de transporte público, a través del TransMilenio y buses complementarios, es bastante ordenado y eficiente. La comparación salta y duele a la vista: el Perú, con sus 34 millones de habitantes y Lima con más de 10 millones, es decir, casi un tercio de la población total, cuenta con un transporte público caótico a pesar de su única línea de metro. Esta es, tristemente, la fotografía de un país todavía ahogado por una descentralización fallida que privilegia a la castigada metrópoli sobre las demás regiones.
Pasemos al sorprendente interior colombiano. El municipio de Zipaquirá (Cundinamarca), con poco más de 112 mil habitantes, tiene, además de otros atractivos, la monumental Catedral de Sal, un otrora socavón salino transformado por la mano del hombre en una sagrada gruta que reproduce en sus galerías el calvario de Cristo y atrae diariamente a miles de turistas y creyentes. La Villa de Leyva (Boyacá), una pequeña población de no más de 20 mil habitantes, cuenta, entre otros, con un increíble Museo Paleontológico y el llamado “Palacio del Chocolate”, una suerte casi inverosímil de disneylandia para los amantes del cacao. Finalmente, está Barichara (Santander), con sus 10 mil habitantes, declarado monumento nacional y conocido como el “pueblo más lindo de Colombia”. Esta localidad parece estar congelada en el siglo XVIII, y sus autoridades y vecinos defienden con fervor su intangibilidad urbana y su valor patrimonial y cultural. Allí, un apreciado y visionario peruano tiene un bello hospedaje a la sombra de un enorme ceibo de más de doscientos años. Todo ello y más es posible gracias a la ejecución de una política de descentralización permanente en el país de la cumbia.
Y, hablando de política, un apunte más. Llegamos a Colombia en pleno desarrollo de la Cumbre Mundial COP16 sobre biodiversidad en la ciudad de Cali, y cuando un grupo insurrecto remanente de las nefastas FARC amenazaba su realización en el cálido Valle del Cauca. Afortunadamente, esto no ocurrió y, si bien Colombia aún no se ha curado totalmente de las heridas de la violencia subversiva y otros conflictos, y sin afirmar que esté cerca de ser un paraíso terrestre, menos aún con Gustavo Petro al frente, ¡qué chimba de país es! ¡Amén!

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