Apunte preelectoral
En apenas un mes y días, la sucesora presidencial debe convocar a elecciones generales. En unos tres meses, según el cronograma proyectado por el JNE –plazo absurdamente y malintencionadamente corto, que debe ser ampliado–, el país conocería, en medio del más complejo panorama marcado por la desconfianza ciudadana en los partidos y su rol como vehículo de la manifestación del voto popular, si al menos habrá alguna alianza electoral que limpie la cancha en que pululan una cincuentena de tiendas políticas que ofrecerán el oro y el moro.
Para fin de año, ya se tendrán las planchas presidenciales y la miríada de candidaturas para ocupar las curules de la Cámara de Diputados y del Senado. Total locura prohijada por una legislación deliberadamente concebida para provocar el mayor divisionismo y la confrontación tan peruanos.
En estas condiciones, de no lograrse antes de los comicios un adecuado y unitario liderazgo político, la Nación terminará condenada a un escenario de desgobierno y caos institucional igual o peor que el que se padece desde el 2021.
Con tal nebuloso punto de partida preelectoral, es casi un imperativo categórico kantiano sumar estos renglones a las valiosas plumas que, bajo la bandera de EXPRESO, diaria y hasta machaconamente, advierten e insisten sobre la necesidad de que las fuerzas políticas del centro y la derecha democrática y liberal –en el sentido del recto liberalismo– se unan. Llámese alianza, coalición, frente o, siquiera, un compromiso público de respaldo electoral entre dichos partidos.
Ciertamente, lo que resta de este año servirá para que precandidatos que ya circulan y demás aspirantes que aparezcan demuestren en buena lid sus capacidades y propuestas de gobierno. Empero, será una nueva traición al destino de la República si, por ambiciones partidarias, personales o subalternas, el país vuelve a quedar expuesto a transitar el desastre político que todavía soportamos.
En Bolivia, ad portas de un proceso eleccionario, destacados líderes de la oposición democrática, deponiendo intereses particulares, se han comprometido a presentar una candidatura presidencial de consenso que saque al MAS y su narcochavismo del poder. Esperemos lo logren. Aquí, dada la peliaguda coyuntura, no pedimos tanto, pero sí que el entendimiento entre el centro y la derecha democrática y constitucional permita que el 2026 sea el año de la regeneración republicana e institucional del Perú y no otra oportunidad perdida como hasta ahora.
¡AMÉN!
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