ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Aprender a extrañar

Imagen
Fecha Publicación: 02/06/2022 - 21:50
Escucha esta nota

En semanas previas al Día del Padre, casi no teníamos motivos para festejar. No había preparativos ni nada que nos preocupara más allá que esperar el tercer domingo de junio para visitar a papá. Siempre lo encontrábamos en su sillón y con la televisión encendida. Destapaba una cerveza y bebía solo mientras la música se perdía con las noticias. Renegaba. Ponía en silencio el televisor y hacía como que no se daba cuenta que habíamos llegado. Entonces, cuando nos acercábamos a saludarlo, nos miraba de reojo y solo entonces sonreía.

Papá no sabía lo que era extrañar. Había encontrado una forma de negarse a ese sentimiento poco masculino en su concepción de lo inmaterial y nos había inculcado un sentimiento similar con las demás emociones que un adolescente se atreve a experimentar. Sentir no es de hombres, decía, a menos que sea una cuestión epicúrea, aunque no precisamente utilizara esa palabra. Y así, aunque esos años hayan sido complicados, nos enseñó a hacernos fuertes, como la sociedad demanda, como si fuera una necesidad educativa en la formación familiar, aunque en ese trance yo haya desaprobado esa asignatura y él se haya decepcionado de mí. Quizá por eso pensé que no era prudente mostrar los sentimientos, porque nos delataba como débiles ante los demás y eso, precisamente, era lo menos que la sociedad esperaba de nosotros dentro de las burbujas que construíamos cada vez que nos hablaba.

No fueron pocas las veces que nos hemos sentido fuera de un entorno social que nos abruma con sus prejuicios. La situación de antes era mucho más compleja, por cierto. Papá hablaba poco, pero en esa brevedad aprendimos a descubrir lo mucho que nos amaba. No lo decía, claro, para no ir contra sus principios, pero de cuando en cuando afloraba ese sentimiento que rompía todos los estereotipos que él mismo había edificado para nosotros. Entonces él era otro. Y entonces nosotros éramos otros. Hasta ahora recuerdo bien la última vez que lo dijo, cuando se sentó a mi izquierda en aquel restaurante donde almorzamos por última vez o cuando lo llamé aquella noche en nuestra última conversación antes de que lo internaran por emergencia, y lo repitió tantas veces hasta que le faltó el aire, no solo porque entonces se había contagiado, sino porque había tanto que decir y tan poco tiempo para hacerlo.

Hoy se cumplen dos años de la muerte de mi padre. Desde entonces he aprendido el verdadero significado de extrañar.

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookTwitter Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.