Animales políticos
En algún momento de la historia de la filosofía, Aristóteles sentenció que el hombre era un animal político. En aquella época Aristóteles sacaba a pasear sus conocimientos en medio de un ambiente intelectual que recibía los estragos de la decadencia de la polis. Así estaba Grecia. Y Aristóteles, en su intento de salvar aquella polis venida a menos, propone algunas cuestiones que serán revisadas en su texto La política, aunque no con el éxito que se hubiera esperado, incluso después de tener que jalarse de los cabellos con los rezagos sofistas, aquellos con los que el mismo Platón y Sócrates habrían batallado en su intento de buscar ese horizonte político. Entonces, al decir que el hombre era un animal político, se refería a que ese hombre, por su naturaleza, forma parte y participa activamente de esa política en la polis.
Hoy esa visión está demasiado alejada de lo que Aristóteles hubiera imaginado, pues la degradación de los políticos en nuestro país –y en el mundo, por cierto– ha hecho que muchas veces adoptemos una cultura indolente para evitar caer en el juego del reniego por nuestra situación. Y, lamentablemente, esto se ha extendido como plaga destructiva hacia todos nosotros. Ya no nos interesa ser políticos porque la política no atrae, estorba, avergüenza. Y, contradictoriamente, muchos quieren ser políticos porque es una forma fácil de ganarse la vida, sin mucho esfuerzo y despreocupándose de lo que verdaderamente debería hacer. Sin embargo, quienes quieren ingresar a este mundo corrompido terminan en el limbo, y ahí permanecen inmunes, viendo el tiempo pasar.
La voz popular dice que en política nadie está limpio. Y si alguien entra limpio, tiende a mancharse con mucha facilidad y, a veces, hasta con antojo despreocupado. Generalizar muchas veces es un pecado, es cierto, pero la realidad amenaza y aparece para refregarnos en la cara una verdad que no puede ser ocultada ni mucho menos maquillada. Y es que la historia siempre termina repitiéndose, lamentablemente.
Hoy, vacunados o no, caminamos inseguros y muchos hogares se caen a pedazos por la desidia de una estabilidad que no llega, en medio de una pandemia que se resiste a irse. El sujeto de a pie tiene hambre, preocupaciones, desesperanza, pero para la mayoría de nuestros políticos esto seguramente es letra muerta, enterrada y olvidada. Hoy, muchos años después de la antigua Grecia, recuerdo la frase de Aristóteles y pienso si sería necesario dejar de ser un político para simplemente ser un animal. Quizás sea la mejor opción.
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