ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Amores y tiempos

Imagen
Fecha Publicación: 11/05/2020 - 20:40
Escucha esta nota

Ya se sabe que desde Corín Tellado hasta las telenovelas decimonónicas, la cultura del amor ha sido un engaño. No es como lo pintan. El galán y la heroína vencen todos los obstáculos y, fatigados y al fin de la batalla, se casan con un “Fin” sobre la pantalla; cuando no es la boda, es el “cinco años después” con los niños agitando la habitación cuan palomas blancas. Si no concluyera allí mismo, la historia de amor terminaría en un desmadre.

La cultura del final feliz que acompaña a la telenovelesca y a las películas románticas nos ha prestado una visión lineal, con un inicio, un conflicto, una cúspide de crisis y un fin que ya quisiéramos para nuestras vidas, pero no es así. Tampoco los matrimonios y los noviazgos son el resultado de una elección entre decenas o cientos, son encuentros accidentales y, por tales, sujetos a ensayo error. Ya quisiera la vida que una máquina proveyera del personaje ideal en cuanto a todos sus atributos, especialmente los que atañen a una feliz convivencia.

La vida perfecta no solo es una idealización en el amor, lo es en todo terreno. Lo más feliz es lo más frágil como los sueños que nos inventamos desde los primeros años. Dónde habríamos de vivir, con quién, cómo y cuánto, temas que escapan a nuestro control, pero que adquieren valor por sí mismos. Los sueños, como los de Calderón de la Barca preso de su incertidumbre, sueños son y mientras incierto el futuro mayor la ilusión. Los sueños y las oportunidades son barcos. Los primeros se difuminan con la realidad que los alcanza. Las segundas son trenes en marcha que debemos tomar. ¿Cuántas oportunidades hubo y no puedes volver? ¿O puedes? Existen preguntas que van perdiendo contenido con el paso del tiempo.

Gil de Biedma escribía con dolor de entrañas: “Que la vida iba en serio/ uno lo empieza a comprender más tarde/ -como todos los jóvenes, yo vine/ a llevarme la vida por delante. / Dejar huella quería/ y marcharme entre aplausos/ -envejecer, morir, eran tan solo/ las dimensiones del teatro. / Pero ha pasado el tiempo/ y la verdad desagradable asoma: / envejecer, morir, / es el único argumento de la obra”. Los poemas pintan la casa o nos alertan de qué somos. Felizmente, la esperanza es también un poema, más loco y más grande que la realidad y que el tiempo.