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Abismo bicentenario

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Fecha Publicación: 14/10/2024 - 21:20
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Corría enero de 2011, habíamos participado en una conferencia en Miraflores. El gran Eugenio D´Medina y yo. Autor de El mito de las cuerdas separadas, de un ensayo extraordinario sobre Sánchez Carrión y otros. Volvíamos; él, apretando el acelerador por la Vía Expresa. Quizás a 160 km por hora, menos, más; yo con el vértigo del copiloto. “¡Seré el presidente del Bicentenario!”, dijo frontal, muy a su estilo y probablemente convencido.
Lo pensé y no lo dudé, sabía que le esperaba un gran destino, que era brillante y tenía el mérito, como le esperaba un destino al Perú. Decía él: “la primera lección de la economía es la escasez… (mientras que) la primera lección de la política es hacer caso omiso de la primera lección de la economía”. El gran Eugenio murió en noviembre de 2022, once años más tarde, y un mes antes de que el inefable “presidente del Bicentenario”, Pedro Castillo, ensayara el golpe más ridículo de la historia.
Castillo fue un error, un eructo borracho, la semilla de la discordia. No fue el boato y la enorme ofrenda mundial del Centenario de Leguía, fue todo lo contrario: miedo, recesión, subida de precios, fuga de capitales, y si no fuera por su desatino no se hubiera ido fácil del poder. Quizás, consolidado por la desfachatez de Maduro o reemplazado por Cerrón, el totalitarismo rojo se hubiera adueñado de la vida de los peruanos.
El Perú no mira a sus hijos más brillantes, los desestima. Por una insolencia estúpida del JNE, que lo observó por un auto que no tenía, Eugenio abandonó la idea de seguirse postulando al Congreso; cuando se necesita a los mejores los apartan, pero le agachan la cerviz a asesinos, radicales, resentidos y brutos. Cuando Castillo ganó la Presidencia y Bellido espantó a todos con sus chácharas y el dólar se disparó, aquel buen amigo liberal quizás no recordaba ya lo que debió haber sido su profecía en la vía veloz.
A contrapelo de Calderón de la Barca, a veces: “Es verdad, pues: reprimamos / esta fiera condición, / esta furia, esta ambición, / por si alguna vez soñamos. / Y sí haremos, pues estamos/ en mundo tan singular, / que el vivir sólo es soñar (…) / que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar”. Que el Perú de 2026 no sea más oscuridad y que sus electores le sean generosos.

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