Los romanos usaban el proverbio Le bugie hanno le gambe corte (“la mentira tiene patas cortas”), como base para sancionar penalmente a los mentirosos. Y esa lección histórica debería haberla conocido Martín Vizcarra antes de dar versiones falsas y contradictorias sobre su pasado.
Hugo Guerra
La virtud esencial del ser humano es tener la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, lo bueno y lo malo. Por desgracia en el caso de Martín Vizcarra y su gobierno esa capacidad se ha perdido y, peor aún, se ha trastrocado. Así, hoy pactar con el diablo parecería una bendición.
Igual que los roedores más astutos, los políticos más avezados acaban metidos en trampas bobas. Así Martín Vizcarra ha terminado con los pies atrapados en su propia estratagema que consiste en tomar el control de todos los poderes del Estado.
Hace poco, Enrique Bernales me hizo una simple pero abismal afirmación: “más que el cáncer, lo que de verdad me duele es el Perú”.
No se refería a los momentos de coyuntura ni a los “mamarrachos” de reforma presentados por el Ejecutivo. En realidad trataba de resumir el sentimiento profundo por la crisis que corroe las entrañas de la patria desde su fundación.