Perú 2019
Hace poco, Enrique Bernales me hizo una simple pero abismal afirmación: “más que el cáncer, lo que de verdad me duele es el Perú”.
No se refería a los momentos de coyuntura ni a los “mamarrachos” de reforma presentados por el Ejecutivo. En realidad trataba de resumir el sentimiento profundo por la crisis que corroe las entrañas de la patria desde su fundación.
Esa frustración se la he escuchado personalmente a grandes como Fernando Belaunde Terry, Luis Alberto Sánchez, Aurelio Miró Quesada, Haya de la Torre, Lucho Bedoya, Jorge Basadre, Paco Miró Quesada; y lo he leído en muchísimos como Riva Agüero, Manuel Seoane, Mariátegui, Andrés Townsend, Fernando de Szyszlo y Alfonso Barrantes, entre otros.
La cuestión común ha sido: ¿Cómo enrumbar a un país para lograr el desarrollo con equidad? Todos, más allá de sectarismos han hecho aportes valiosísimos; pero ha faltado capacidad para que las ideas se plasmen, determinando que en menos de 200 años tengamos 12 constituciones y dos Cartas Fundamentales, en cada una de las cuales el interés de cúpulas se ha impuesto por encima del derecho de las grandes mayorías nacionales.
Hoy, el fenómeno se reproduce. Martín Vizcarra tuvo la oportunidad brillante de convertirse en el líder que de verdad impidiera el pacto infame del gran capital mercantilista con la transnacional de izquierda conocida como el Foro de Río de Janeiro y el vasto conjunto de cacicazgos burocráticos que han convertido al Perú en un Estado frustrado.
Sin embargo, no ha aprovechado la situación y se ha convertido en un caudillo. En vez de conjugar esfuerzos y trabajar en dimensión de estadista con el Apra, Fuerza Popular y el Frente Amplio ha buscado el enfrentamiento vía reformas constitucionales retorcidas, y el montaje de un sistema de persecución política aliada con una prensa corrupta dentro de su profundo descalabro financiero.
Vizcarra, con la amenaza permanente del cierre del Congreso, ha infiltrado al Ejecutivo en todo el Estado y así esta convirtiéndose en el Dictador real que pocos se atreven a denunciar frontalmente pese a que hechos, dichos y números están al alcance de la mano.
Por todo esto el 2019 volverá a ser un tiempo de lucha, de pelea abierta por la democracia y la libertad, sin que nos importe el calificativo de embajadores extranjeros. Igual que Bernales y todos los citados, me sumo al dolor por el drama de la patria –y dentro de lo que cabe– les deseo un Feliz y Próspero Año Nuevo.