El enigmático cerro Pilán: misterio, desaparecidos, encantamientos y ovnis
Hay cientos de reportes de personas desaparecidas: algunos regresan en horas, otros en días, y otros nunca lo hacen.
El cerro Pilán es una de las maravillas piuranas. Ubicado entre los caseríos Solumbre y Franco, en el distrito de Morropón, es famoso por sus leyendas, su forma majestuosa y atrapante, y su pasado precolombino. Esta zona es considerada la más importante en el Perú, después de Chilca, para avistamientos de ovnis y contacto con seres de otros mundos.
Es un lugar muy visitado por los amantes de lo paranormal y lo mágico. En sus cercanías se han erigido leyendas que le han dado su cariz más significativo: la de un sitio donde la realidad se mezcla con la fantasía. Además, en las noches, su cielo despejado es el lugar predilecto para los aficionados a la ufología.
También es un sitio de mucha riqueza natural. La naturaleza, mágica y envolvente, es el trasfondo necesario que todo aventurero necesita.
Cuentan que el cerro está encantado y, si alguien se atreve a pasar cerca de sus dominios tarde en la noche, el cerro te encantará y nunca más volverás. También es parte de la historia del bandolero Froilán Alama, muy conocido por sus fechorías. El cerro Pilán era su escondite, y no solo el suyo, sino también el de muchos otros bandoleros que asaltaban a los comerciantes que transitaban con sus piaras trayendo mercancías.
Últimamente, la prensa asegura el avistamiento de extrañas luces en la cima del Pilán; los más osados aseguran que son ovnis.
Explora los misterios del cerro Pilán, también conocido como “Cerro Brujo”, un lugar envuelto en leyendas y fenómenos paranormales. Aquí, los avistamientos de ovnis son solo el comienzo: se rumorea que el cerro es un punto de acceso a dimensiones desconocidas y mundos subterráneos.
Desapariciones inexplicables y relatos de encuentros con seres místicos, pequeños guardianes de rostros ancianos, hacen de este sitio un enigma cautivador.
Sumérgete en el misterio y descubre si el cerro Pilán es realmente un portal a otro mundo.
Cerro Pilán y sus misterios
Existen muchísimas historias con respecto al legendario y misterioso cerro Pilán (Piura), incluso sin tocar para nada su ya conocida conexión con el fenómeno ovni. El cerro Pilán es, desde siempre, un lugar de poder muy misterioso, lleno de enigmas, de los cuales compartiremos con ustedes algunas de ellas, aunque no podamos aclarar aún uno de sus principales misterios: el origen de su nombre.
Tal vez la historia más misteriosa e importante es el hallazgo de varios ladrillos de oro. Sin embargo, quiero aclarar que todos los nombres de los personajes que aparecen en las historias son verdaderos. Por el momento, algunos de ellos aún viven, y otros, como es natural, han fallecido. La mayoría de estos son naturales del caserío de Franco, ubicado en el distrito de Morropón, y han sido tomados en cuenta con sus relatos fidedignos por la cercanía con el misterioso cerro.
Sobre este punto, al momento no existen elementos contundentes que expliquen de dónde proviene el término Pilán. Según lo señalado por el profesor Carlos Arrizabalaga Lizárraga, la extinción de los topónimos de la zona dificulta descifrar el origen del vocablo Pilán.
Del cerro Pilán se ha hablado mucho, sobre todo, desde el punto de vista del misterio.
Los ladrillos de oro
El protagonista principal del hallazgo de los ladrillos de oro es Teófilo Montalbán, quien, hacia los años 1925 y 1930, aproximadamente, se encontraba pastando una manada de cabras de su propiedad en el cerro Pilán. Al ingresar a una hoyada, encontró en un hueco (especie de una hornilla) varios ladrillos de oro. Teófilo Montalbán, acompañado de un hijo menor, probablemente de apodo «Moro», sintió temor al principio, pero al mismo tiempo comenzó a llenar las alforjas con los ladrillos de oro que tenía.
Serapio Montalbán Romero, fallecido en 1997 e hijo de Teófilo, narró en una noche de agosto de 1992 que su padre, en el momento de llenar las alforjas, hizo una serie de cuentas, considerando que algunos de los objetos valiosos que recolectaba serían para sus demás hijos, sobrinos e incluso para un vecino.
Una vez que terminaron de llenar las alforjas, Teófilo y el niño iniciaron el retorno hacia el caserío de Franco, de donde eran naturales. Sin embargo, a pesar de los denodados esfuerzos que realizaron, no lograron encontrar el sendero que los condujera a Franco. Cada camino que tomaban los hacía regresar al mismo lugar del hallazgo. La desesperación era evidente en Teófilo, pero mucho más en el niño.
Mientras ambos buscaban desesperadamente una ruta posible para el retorno, todo intento fue en vano; no podían hallar un camino hacia Franco. En un momento encontraron una manada de cabras, y Teófilo pensó que podrían ser de algún poblador de Franco, por lo que decidió seguirlas. Las cabras caminaron un buen trecho, mientras Teófilo y el niño no les perdían de vista con la esperanza de que las llevaran a Franco. Sin embargo, para desgracia de ambos, las cabras se desviaron de la ruta al ingresar por una abertura en una roca. Teófilo intentó pasar por la abertura, pero no cabía, por lo que perdió de vista a los animales.
En otro momento, se toparon con un ganado vacuno grande y hermoso. Al igual que con las cabras, Teófilo comenzó a seguir a las vacas con la intención de salir del enmarañado cerro Pilán. No obstante, nuevamente no fue posible: las vacas atravesaron un hueco diminuto por el que apenas cabía una hormiga. La búsqueda del camino correcto hacia el caserío de Franco fue infructuosa, y el cansancio era evidente en el hombre y el niño.
Serapio Montalbán Romero cuenta que su padre le narró que, en su intento por hallar un camino a Franco, observó en el cerro Pilán lo que parecía ser una ciudad. Pudo ver cómo la gente caminaba de un lugar a otro, pero no pudo identificar a nadie; además, en la ciudad se observaban canales llenos de agua que surcaban el cerro Pilán. Cansado, Teófilo pensó que los ladrillos que llevaban en las alforjas eran el origen del problema, por lo que decidió arrojarlos en el mismo lugar donde los había encontrado.
Después de esta decisión, la mente de Teófilo se despejó, y finalmente pudo encontrar la ruta correcta hacia el caserío de Franco, cuando ya estaba entre oscuro y claro (entre las dos luces). Serapio Montalbán Romero, quien fuera uno de los mayores conocedores de los accesos y misterios del cerro Pilán, sostenía que, si su padre no hubiera arrojado los ladrillos de oro en el momento oportuno, él y el niño habrían quedado encantados en el cerro para siempre.
El relato de Teófilo, ofrecido a Serapio cuando este era niño, detalla que, mientras estuvieron perdidos en el cerro, gran parte de la manada de cabras que pastoreaban regresó a Franco, aunque otro grupo no lo hizo. Al día siguiente, Teófilo notó en el corral que varias cabras faltaban, por lo que decidió ir a buscarlas. Tras una prolongada búsqueda, no logró encontrarlas. Días después, siguiendo el consejo de un vecino, optó por buscar ayuda de un brujo de San Pedro (cerca de Solumbre), quien aseguró que los animales estaban cerca del lugar donde Teófilo había arrojado los ladrillos. Resuelto, acudió al lugar señalado por el brujo y, efectivamente, encontró a las cabras.
El cerro Pilán y los ovnis
Al cerro Pilán llegó Telemundo para registrar imágenes de platillos voladores. Incluso, las autoridades promueven el turismo ufológico.
“Estábamos yendo de noche en la camioneta, en las faldas del cerro Pilán, cuando, de repente, apareció una luz fosforescente y se nos apagó el carro. No daba arranque para escapar y las luces se apagaron. La luz, en forma redonda, comenzó a subir al cerro, se posicionó en la cima del cerro y comenzó a moverse de arriba abajo y de derecha a izquierda. Después bajó, hizo los mismos movimientos y se perdió. Inmediatamente, las luces de la camioneta se encendieron”.
Este es el testimonio de Guillermo Hidalgo, profesor de Morropón y uno de los tantos testigos de acontecimientos extraños relacionados con ovnis en este lugar.
El cerro Pilán, ubicado entre los caseríos Franco y Solumbre, de la provincia de Morropón, Chulucanas, en la región Piura, es conocido por el ufólogo Anthony Choy como el epicentro del avistamiento de ovnis y de los misterios. Su denominación se debe a que, por años, ha sido escenario de hechos sobrenaturales, según los estudios realizados por Choy durante más de 20 años.
Sobre estos acontecimientos, el investigador de sucesos sobrenaturales Anthony Choy ha documentado una serie de testimonios, ya que, por ser un sitio de fácil acceso y gratuito, muchas personas acuden a este lugar para presenciar hechos insólitos que repercuten a nivel mundial.
Existen muchísimas historias con respecto al legendario y misterioso cerro Pilán (Piura), incluso sin mencionar su ya conocida conexión con el fenómeno ovni. El cerro Pilán es, desde siempre, un lugar de poder muy misterioso y lleno de enigmas.
Historia sobre el nombre Morropón
En sus inicios su nombre fue MOSKALA, cuya terminación “LA” deriva de la lengua SEC, que es una lengua tallán, y significa “lugar cerca al agua”. MOSKALA, en sí, significa “lugar rodeado de piedras”, y es que, si miramos alrededor de la ciudad, está rodeada de cerros.
Por onomatopeya se dice que, por estar rodeados de cerros (MORROS), antaño hubo movimientos telúricos y otros movimientos terráqueos, frecuentes tormentas con rayos y truenos que producían ruidos tremendos que sonaban a “PON”, de donde se habría compuesto el nombre de MORRO PON.
Según la leyenda, el nombre de Morropón deriva del ave mítica MORRO, a quien los pobladores le imploraban gritando: “¡MORRO, PON TUS HUEVOS!”. Esto para asegurar que las cosechas fueran buenas; de lo contrario, su ausencia era signo de fatalidad.
El cerro Pilán, también conocido como el «Cerro Brujo», es considerado la primera maravilla del distrito de Morropón. Este lugar es famoso por sus leyendas, su forma y porque sus pobladores aseguran que este cerro guarda tesoros de nuestros antepasados. Al igual que el cerro Vicús, se inscribe en una antigua tradición mitológica por haber formado parte de la geografía sacra de los «gentiles», es decir, los indios prehispánicos.
Nacimiento de Morropón
Todo comenzó el 22 de febrero de 1935, cuando los parlamentarios por Piura: Matías Prieto, José Portocarrero y Carlos Artadi plantearon un proyecto para crear la provincia de Yapatera, lo que causó un amplio debate en el norte peruano. Los chulucanenses, al principio, se alarmaron, pero luego respaldaron la iniciativa en un mitin y sugirieron el cambio de nombre de la provincia a Chulucanas. El argumento principal fue que Yapatera era una hacienda, mientras que Chulucanas era un pueblo con más comercio, mayor población y más cercano a Piura.
Por su parte, los morropanos también pedían que esta nueva provincia y su capital llevaran el nombre de Morropón. Esto fue refutado por la población, que insistió en que el distrito de Chulucanas fuera la capital. Así fue que el 31 de enero de 1936 se aprobó la Ley N° 8174, que creó la provincia de Morropón con su capital en Chulucanas.
El perro encantado
Serapio Montalbán Romero fue, sin lugar a dudas, el mayor conocedor contemporáneo del cerro Pilán. Entre los años 1985 y 1992, visitaba el cerro Pilán acompañado de Manuel Mena Escobar, Mariano Peña Sancarranco e Hipólito Carrasco Correa.
Es sabido que en el cerro Pilán existen túneles y cuevas; no obstante, están en lugares inaccesibles. José del Carmen Carrasco Peña aseguró haber observado, en una ocasión, una pared de piedra de aproximadamente 15 metros cuadrados en la parte lateral izquierda de la cumbre del cerro Pilán. La pared tenía inscripciones jeroglíficas, y cerca de esta había un túnel con una entrada de dos metros cuadrados que parecía llevar al interior del cerro o, en todo caso, en dirección a Solumbre.
Lo curioso, según el relato magnetofónico de Carrasco Peña, es que, tiempo después, regresó al cerro Pilán con varios amigos para enseñarles el lugar del hallazgo, pero no logró encontrar ni la pared ni el túnel, a pesar de los esfuerzos realizados.
Por naturaleza, Serapio Montalbán Romero era un hombre misterioso. Más de una persona lo escuchó conversar con el cerro. Sus coloquios con el misterioso cerro eran casi diarios.
Su costumbre era soltar sus cabras muy temprano. Mientras los animales pastaban en las estribaciones del cerro, eran vigilados por «Bala», un perro ganacho que Serapio criaba desde que era cachorro y cuya función principal era cuidar el rebaño de los zorros cabeza negra y del león. A eso del mediodía, como era su costumbre, Serapio Montalbán acudía al cerro Pilán para cuidar de cerca a las cabras. Pero cierto día no fue porque se sentía con dolores estomacales. Cuando las cabras regresaron, alrededor de las cinco de la tarde, el perro ganacho no llegó con ellas.
Al día siguiente, muy temprano, el ganadero enrumbó al cerro conjuntamente con las cabras con el objetivo de buscar al perro. Ya en el cerro, Serapio escuchó el ladrido de «Bala», y de repente el animal se acercó a su amo. El hombre acariciaba y abrazaba al perro, pero, cuando llegaba el momento de regresar al caserío de Franco, del cual Serapio Montalbán Romero era natural, el animal luchaba denodadamente por soltarse de los brazos de Serapio, hasta que lo lograba. El perro, al lograr su objetivo, se perdía por una de las hoyadas del cerro.
Serapio Montalbán Romero cuenta que, por espacio de quince días, luchó indesmayablemente para recuperar al perro ganacho, pero no fue posible; una fuerza sobrenatural se lo arrebataba cada vez que el perro venía a su encuentro. “Durante quince días luché para rescatar al perro de las entrañas del cerro. Cada vez que acudía al cerro Pilán, el perro salía a mi encuentro, pero, en el momento de traerlo a Franco, el animal luchaba hasta que terminaba por fugarse”, narró Serapio Montalbán Romero allá por los años 1990.
Después de muchos intentos por recuperar al perro, Serapio se dio por vencido, y nunca más lo volvió a ver. Pasaron los años y, de cuando en vez, se escuchan los aullidos lastimeros del perro de Serapio. Hasta la actualidad, más de una persona afirma escuchar ladrar al perro encantado en las profundidades del misterioso cerro. Estas y otras historias de encantamientos se han convertido en leyendas que han dado fama al cerro Pilán.
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