“¡Zaqueo, date prisa y baja!”
Estimados hermanos, nos encontramos ante el domingo XXXI del tiempo ordinario. La Palabra de Dios de este domingo inicia con el libro de la Sabiduría que nos muestra el ser de Dios: “Te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste; pues, si odiaras algo, no lo habrías creado”. Dios no toma en cuenta nuestras culpas y pecados, cierra sus ojos ante nuestras debilidades.
No tiene la capacidad de odiar porque su esencia es el amor, el mismo amor que nos demuestra cuando perdona nuestros pecados y nos da la mano para levantarnos. Sin embargo, Dios también nos corrige: “Por eso corriges poco a poco a los que caen, los reprendes y les recuerdas su pecado, para que, apartándose del mal, crean en ti, Señor”. Hoy, Dios nos llama a la conversión, a poder cambiar de vida y poseer el ser de Jesús para que así, recibamos la vida eterna.
Damos respuesta a esta lectura con el salmo 144: “Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos. El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan”.
Esta es la acción de Dios, nos sostiene en aquellos momentos en que las fuerzas nos fallan y estamos por caer. Es la historia de salvación que hace con el hombre, una historia marcada por el amor hacia sus hijos. La segunda lectura es de la carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses: “Oramos continuamente por vosotros, para que nuestro Dios os haga dignos de la vocación y con su poder lleve a término todo propósito de hacer el bien y la tarea de la fe”.
¿A qué vocación nos llama Dios?: Ser verdadero cristianos, con la capacidad plena de amar y perdonar a nuestro prójimo. El amor de Dios hacia nosotros es tan grande, que se hizo hombre a través de Jesucristo para dar su vida por la salvación de la humanidad. El evangelio de este domingo es de Lucas: “Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa”. Cuán relevante es la imagen de Zaqueo, quien era un cobrador de impuestos y cometía estafas, este hombre se humilla ante Jesús y lo recibe en su casa, sintiéndose amado y sobre todo, perdonado por él. Este acto hizo que los fariseos murmuraran, escandalizados: “Ha entrado en casa de un pecador”. Pero, Jesús ve en este hombre un cambio verdadero y Zaqueo se lo demuestra: “Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más”.
Esta conversión es muy importante, Zaqueo restituyó aquello que había robado; hoy Dios te invita también a pensar en las veces que no hemos sido fieles a Dios. Hoy, se nos invita a convertirnos como Zaqueo. ¿Cuál es la respuesta de Jesús? “Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. Dios se acerca a ti en este día y te perdona, quiere salvarte y darte una oportunidad. Ha venido por ti y por mí que andábamos perdidos, para restituir nuestras vidas y darnos la felicidad de ser hijos de Dios. Que la bendición de Dios descienda sobre ti y tu familia.