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“Yo os he elegido del mundo, para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto perdure”.

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Fecha Publicación: 03/10/2020 - 19:40
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Queridos hermanos estamos ante el Domingo XXVII del Tiempo Ordinario. ¿Qué nos dice el profeta Isaías? Nos habla de una viña, que es el pueblo de Israel, que Dios la ha cuidado, le ha plantado buenas sepas y la ha enriquecido. Como a nosotros los cristianos, que Dios nos ha dado buena formación, buenas homilías, hemos visto santos. Pero, ¿qué frutos damos? En la viña – que como dijimos hace referencia al pueblo de Israel – Dios esperaba que dieran uvas, y dio agrazones. Y pregunta el profeta: “¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho?” Como no da frutos, Dios la corrige. ¿Qué va a hacer Dios con la viña, con nosotros? Lo que voy a hacer con mi viña: quitar su valla para que sirva de pasto, derruir su tapia para que la pisoteen. La dejaré arrasada: no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos (el hombre viejo); prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella”.

Porque el Señor “esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos”. Todo esto es el hombre alejado de Dios con el aborto, la eutanasia, la ideología de género, las murmuraciones, los robos, las mentiras, etc.

Dios espera de nosotros que vivamos las Diez Palabras (los mandamientos). Por eso respondemos con el Salmo 79: “La viña del Señor es la casa de Israel. Expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste. Extendió sus sarmientos hasta el mar, y sus brotes hasta el Gran Río.” Sin embargo, ¿por qué están entrando actitudes paganas dentro de la Iglesia? Por eso Dios nos invita a convertirnos, a invocar su nombre, rezar, gritar, y Dios acabará con el paganismo que tenemos en el corazón.

En la Segunda Lectura, que es de San Pablo a los Filipenses, dice el Apóstol: “Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios”. En este tiempo de pandemia se nos invita a interiorizar la Palabra, tener paz, los sentimientos de Jesús y lo más importante es que conservemos el hombre nuevo que nos ha ofrecido gratis el Señor y que es fruto de vivir las Bienaventuranzas. Toda lo que es virtud, tenedlo en cuenta, porque es de Dios.

Por eso cantamos en el Aleluya: “Yo os he elegido del mundo, para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto perdure”. El fruto que espera de nosotros Dios es el amor. En el Evangelio dice Jesús: “Había un propietario que plantó una viña…”. Dios ha implantado en Jesús el Reino de los Cielos en la tierra, que es la Iglesia. Dios cuidó la viña (que somos nosotros) con obispos, matrimonios, sacerdotes, catequistas que anuncian el evangelio… Cuando fue a recoger los frutos se dio cuenta que los enemigos habían sembrado actitudes paganas y entonces los labradores (que son el mundo) apalearon y mataron a los criados (los profetas) que había enviado el Señor. Entonces envió otra vez nuevos criados (profetas, catequistas, agentes pastorales), pero los mataron. Entonces dice el Evangelio: “Por último les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”.” Pero ¿qué hicieron con el hijo? Lo mataron. Nosotros muchas veces buscamos triunfar sin Dios. Continúa la palabra: “Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”. Le contestaron: —«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos».” Por eso termina la lectura con las palabras de Jesús:

“¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente?”. Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”. Dios espera en nosotros los frutos del hombre nuevo: el amor y la unidad. Ánimo hermanos, retornen a la fuente de la vida que es Jesucristo. Dios los bendiga.
Obispo emérito del Callao.