¿Y quién piensa en nosotros?
En medio de un panorama sombrío para los peruanos, asolados por la pandemia Covid-19, viviendo prácticamente en zozobra para no contagiarnos o no contagiar a nuestro entorno, en caso de ser asintomáticos al virus, sufriendo indeciblemente por la muerte de un familiar o de personas cercanas, cuya partida nadie esperaba, sintiendo el desgarro de su ausencia con el cual fuimos condenados a un luto sin despedidas, sin adiós, sin un responso al momento de su inhumación o cremación, a creer “por fe” que quien fue enterrado o incinerado es aquel ser querido que murió en soledad sin ver un rostro afable al expirar. A más de este dolor, está el vivir a salto de mata a causa de la inseguridad ciudadana que nunca se fue, que siempre estuvo ahí, solamente que agazapada por la inmovilización social decretada en los últimos meses. Inseguridad ciudadana que no respeta nada, cada vez más violenta, más desfachatada, al punto que ahora se asalta o se mata con mascarilla puesta en prevención del coronavirus, “cinismo superlativo” de la delincuencia de hoy en día. Y tocando más fondo aún, confirmamos que la población literalmente está con una mano adelante y otra atrás; aquellos que cultivaron el ahorro, por la brusca paralización de la economía se fueron comiendo sus fondos para parar la olla. Y el drama es mayor aún para los millones de ciudadanos que viven del día a día, los que apenas les alcanza para subsistir, esos ya descendieron directo y sin escalas al segmento de “pobreza extrema”. Y en el colmo de males, endeudados hasta el copete, sin posibilidad a la vista de honrar esas deudas, porque ya no hay ahorros, no hay trabajo, no hay negocio o emprendimiento, estos quebraron y si alguno aún sobrevive, dormita a la espera de ser autorizado a reiniciar actividades con vallas burocráticas cuasi insalvables.
¿Qué diremos a esto?, ¿a dónde volteamos a mirar los peruanos?, ¿de dónde vendrá nuestra ayuda?, ¿no es acaso de nuestras autoridades?, esas que elegimos ya sea para representarnos o para gobernarnos, pero resulta que la insensibilidad de éstas es de “récord Guinness”, lejos de hacer ligera nuestra carga, de hacer más llevadero el estrés, la pobreza o el luto que atravesamos, allá arriba, en un “universo paralelo” los poderes del Estado están enfrascados en una medición de fuerzas, en constantes pleitos, parecieran querer demostrar quién es más poderoso, quién marca la agenda política, olvidando aquello del “equilibrio de poderes”, ninguno es superior a otro. Nuestros “apoderados” soslayan a sus “poderdantes”, actúan a espaldas nuestras sin mostrar solidaridad con nosotros. No es con ellos la crisis, no les importan leyes populistas, el destruir la economía, pecharse mutuamente, no les importa si existimos o no. Pero no se equivoquen ese “poder” conferido tiene plazo de caducidad, ya estamos próximos a éste y sus nombres pasarán a la galería de los “N.N.”, de nuestra historia.
Oigan, señores, ¡no hay derecho!